martes, 16 de abril de 2013

Mañana en Granada



Una ciudad extraña y conocida. Huele
el aire a esta primavera que ha llegado
de golpe. Entre los árboles un  cielo
deslumbrante y azul. Hay poca gente
en las calles. El domingo es de miel.

Camino lentamente. Recuerdo los poemas
de un poeta en la huerta. Se me acerca
un hombre limpio y grave. Me detiene
un segundo, su voz suave me pregunta
si tengo unas monedas. Digno y serio,
se aleja con el  mundo
pesándole en la espalda.

Es una ciudad bendita y bella. Está la sierra
un poco más allá, blanca y brillante.
Pienso en ti. Te recuerdo en la cama,
abandonada y tibia. El paraíso
debe estar a la vuelta de la esquina.
Una iglesia me abre el tiempo detenido.
Aquí no hay prisas. Sólo el aire tiene
la urgencia de vivir. Unas mujeres
cantan a un dios que ya hace mucho tiempo
abandonó a sus hijos. Me parece
escuchar al almuecín cuando despacio
subo por las callejas a la Alhambra.

Está todo a mis pies. El mundo y los amores.
Desearía quedarme en este instante.
Un sol de primavera me deshace
la piel. Muy a lo lejos
veo el brillo del agua. Y te deseo.

jueves, 11 de abril de 2013

Una vieja foto


Estás justo a mi lado. El pelo largo y liso.
Tú llevas un vestido blanco. Estás guapa.
Yo estoy mirando a cámara. En mis ojos
me parece advertir una chispa burlona.
La corbata torcida. Debe de ser una fiesta,
Una boda de alguien. Vestimos de domingo
con lo que se decía una limpia pobreza.
Me miro en lo que fuimos. Esos años benditos
de juventud y sueños. Y siento que me viene
el dulcísimo aroma del cuerpo adolescente,
el calor de esa piel que entonces descubría.

En la foto se quedan los tiempos de la dicha
en blanco y negro. Como era
esa España de entonces.
Ah, los años, los días en los que tú vivías
en cada paso mío. En la urgencia de verte
al salir de tus clases. Mi espera en esa esquina
de Bilbao, junto al metro. Los cigarrillos negros,
el ozono del cine, los besos a escondidas,
la lucha que creímos que acabaría con todo,
y los viejos amigos. Los libros de poemas,
y Mandel y Marcuse. Y tu vestido blanco.

Ahora que la vida nos olvidó en las calles,
y los cuerpos perdieron el tacto de la noche,
miro la vieja foto y busco en el espejo
esa misma mirada desafiando al mundo,
el futuro de besos que aún puede adivinarse
en tus labios que ríen.
Y sólo encuentro cierta
ternura por nosotros.
Por esos dos muchachos
que en una fiesta extraña posaron convencidos
de que el mundo era suyo. Eterna, dulcemente.

miércoles, 3 de abril de 2013

Por los años perdidos


Esos años perdidos. Esos cuerpos dejados
al borde de la vida. Pienso en ti en esta hora,
cuando cede el deseo y viene la palabra
como el árbol de invierno y tú estas tan lejana.

Me persiguen los días de la carne y el beso.
Las flores a tu nombre. Cuando estabas herida,
cuando la luz no era más que el brillo de un labio,
la penumbra en la alcoba, mi última frontera.

Y tú viva y pendiente. Rabiosamente viva
en cada letra tuya, en la risa del nombre.
Arroyo por las islas que te buscan entera,
dulce muchacha amada por todos tus rincones.

Nunca volverás –oye- al tiempo de los lunes.
Jamás invocarás mi nombre cuando andabas
vestida de domingo en mis manos de aire.
Pero sé que ahora mismo me muerdes en la boca.

Y aunque ya hayan cerrado las tabernas del vino,
y la noche no sea la noche de los montes
en los que tú tenías tus caminos y el mío,
estarás en mis pasos, bendita y recordada.

Igual que estás ahora. Cuando te echo de menos.