lunes, 28 de julio de 2008

Cerrado por obras

Hoy en el metro, amor, me ha llegado tu nombre

en la estación de Sol, subiendo la escalera

de enlace con la uno.


Un muchacho tocaba, justo en aquel recodo

donde me diste un beso, un bolero muy viejo,

aquel que habla de adioses y despedidas tristes.


La vida tiene a veces

su momento de gloria, y borra en un instante

el dolor del pasado dejando entre los labios

de algún desconocido cinco letras distintas

para empezar el día.


El pasado es como una página amarillenta

de una historia lejana, como las estaciones

del final de la línea.


Sentí que no había forma de llegar a tu nombre.

Está todo cerrado por obras. O eso dicen.

martes, 22 de julio de 2008

Mi barrio

Una brisa fresca y suave sube por la calle de Moratín. Son las nueve de la mañana. Un camión de carbón, aparcado en una de las aceras vacía carbón que un trabajador, en carretilla, lleva hacia un portal. Una mujer mayor, sonríe y dice: "Con lo que queda para el invierno, ¿verdá usted?". Sonrío también y acompaño a la mujer unos pasos.

Es una mujer que parece haberse levantado hace poco. Lleva una bata y supongo que acude a algún comercio a comprar el pan o la leche. No he sido capaz de hablar con ella. Aunque me hubiera gustado charlar un poco, preguntarle qué hace, a dónde va. Saber algo de una vida que intuyo tranquila, con esa tranquilidad que dan estos barrios. Pero no le he hecho. Tal vez porque nos vamos acostumbrando a la idea de que todos somos seres extraños, desconocidos.

Y recuerdo mi barrio, en Vallecas, en Palomeras Bajas, cuando yo era un chaval que vivía de pensión en Camino Bajo de Palomeras. Tenía apenas 16 años. Dormía con Ángel y Cipri, los dos hijos de mi patrona, en la misma habitación. Fue mi familia durante largo tiempo. Comía y cenaba con ellos y repartía mi sueldo de mozo de almacén entre esta familia y la mía.

Era tan distinto todo. Mis amigos eran chavales como yo que trabajaban en talleres y oficinas. Salíamos los domingos del barrio y nos íbamos a Consulado, a bailar, en la calle de Atocha. Nos conocíamos todos y las relaciones eran cercanas y afectuosas.

Los domingos por la mañana íbamos al bar El Jardín, el Eleuterio. Un bar que tenía un pequeño patio donde tomábamos un botellín y planeábamos la tarde. Dejábamos pasar las horas, haciendo tiempo para ir a comer hablando de chicas y viendo jugar a las cartas a los mayores. Era gente buena, abierta, sacrificada. Algunas de esas mañanas me iba con Pepe el Bruto, un chico mayor que nosotros, hasta el Campo de San Agustín a ver algún partido de fútbol. Pepe, siendo apenas un mocoso, se había hecho cargo de su familia. Su hermana, con dos hijos, estaba en silla de ruedas y el marido los había abandonado.

Pepe el Bruto fue uno de mis mejores amigos. El tiempo siempre te separa y yo dejé de verle hace años, aunque nunca le he olvidado. Yo admiraba a Pepe por su capacidad de trabajo, su bondad y la preocupación que sentía por los demás. Era el hermano mayor, admirado y respetado por toda la chavalería. Tenía -y nos transmitió- un sentido de la rebeldía ante la injusticia, aprendido en las calles y el barrio.

Las calles eran de barro, con casitas bajas, casi chabolas, y por la mañana las mujeres tendían la ropa de un extremo a otro de la calle. Pasabas entre las sábanas que olían a lejía como si te perdieras en un laberinto de viento.

Fueron años felices. Y esa mujer que buscaba conversación me los ha recordado. Me ha recordado todo ese barrio nunca perdido.

PS. Os recomiendo que veáis en Nueva Tribuna el video del soldado israelí disparando contra el muchacho palestino atado y vendado. No necesita comentarios.

viernes, 18 de julio de 2008

Muchas noches vienes a mi cama

Muchas noches, vencido por el sueño,

rebusco en mis papeles una sombra

de aquellos días grises,

cuando tu boca era

el más dulce big bang del universo.


Y pienso que la vida cabe en una palabra.

Y que el amor no tiene,

por mucho que uno quiera,

una estación final donde quedarse

a esperar otro tren que nos lleve a mañana.


La esperanza es un pájaro vencido por el viento.

Y la nostalgia sólo

es dulce cuando el alma

guarda como un pañuelo ese ligero olor

del dolor de saber que nada dura siempre.


Entonces me levanto y abro las ventanas.

Miro Madrid, lejano,

y busco por mis dedos

el beso que me diste cuando busqué tus labios

para acallar el grito de tu cuerpo vencido.


Ya no recuerdo apenas la forma de tu vientre.

Pero sí guardo intacto

el calor de tu sexo

uniéndose a mi cuerpo, convirtiendo en eterno

ese tan breve instante en que morías conmigo.

miércoles, 16 de julio de 2008

Gracias

Esta entrada habría de quedarse con una sola palabra: GRACIAS. Gracias a cuantos hicisteis posible una tarde como la de ayer. Gracias por la presencia de tantos amigos, gracias por tanto calor, gracias por esa gente que se hizo un montón de kilómetros para poder estar conmigo. Gracias por la gente que se encerró en una tarde luminosa y maravillosa de Madrid en un viejo salón de baile y escuchó los versos y me sonrió y me besó.

Si haber escrito este libro ha servido para darme tanto cariño, bendito sea. Gracias a Joaquín a Pablo y a Ismael que pusieron voz a mis letras. No sé qué más puedo decir. Mereció la pena conoceros. Mereció la pena cada letra porque ha servido para llenar una tarde de amistad y de versos.

Me quedo con la sonrisa de cada uno de vosotros cuando os presentabais y decíais: "soy tal o cual. ¿Te acuerdas?". Y, entonces me parecía leer vuestros comentarios en estas páginas. Teníais rostros, erais gente de carne y hueso y alma. Por fin. por fin dejabais de ser palabras y os hacíais carne. Me hubiera gustado seguir con vosotros, hablar con cada uno. Maldita vida ésta que no nos deja seguir hasta la madrugada. Bendita vida esta que nos regala momentos así.

Ya mis amigos del otro lado, ¿qué deciros? Supe que estabais allí, sentado a mi lado, escuchando la voz ronca de Pablo, la de Ismael, la de Joaquín mientras os leían, solo para vosotros, los versos que son, de verdad, parte vuestra.

No sé deciros más. Porque, a lo mejor, no hace falta decir nada.

lunes, 14 de julio de 2008

Nervios

La verdad es que, por mucho que uno se lo repita, que juegue a la indiferencia, no dejo de darle vueltas al acto de mañana. Presentar un libro -creía yo- era algo superado. Un trámite más. Y, sin embargo, me noto nervioso, preocupado. Releo el libro y hay cosas que cambiaría, pequeños detalles, palabras que ahora veo que hubiera sido mejor cambiar. No sé.

Que estén conmigo Ismael, Pablo y Joaquín es, sin duda, una gran responsabilidad y me entra la duda de si no vale más el collar que el galgo. Y, luego, la gente que me ha dejado mensajes tan cálidos y tan entrañables. Bueno. Que, en el fondo, lo que quiero decir es que me siento honrado con esas amistades hechas a base de palabras, con esos nombres que ya forman parte de mi vida y de mi historia.

Así que, gracias a todos por vuestros ánimos. (Tampoco sé qué más puedo decir, las cosas como son).

martes, 8 de julio de 2008

La semana

Los lunes, desayuno de esperanza:

un chorrito de besos con pan tierno

y café con sacarina de tus ojos.


Los martes el vermú de la fatiga,

aperitivo de manos que acarician

y la cerveza bebida de tus labios.


Los miércoles, comida con diamantes.

Ese menú del día de tu vientre

Y, de postre, las guindas de tus dedos.


Los jueves la merienda de un suspiro.

Chocolate con risas. Y la siesta

tranquila de tus brazos y tus piernas.


Los viernes es la cena y un traguito

de vino en el vaso de tu boca.

Y sobremesa de sueños y palabras.


El sábado y domingo, casi siempre

salimos a buscar a Mercadona

un carro bien cargado de caricias

para comer la próxima semana.

lunes, 7 de julio de 2008

Aquí un libro, aquí unos amigos




Os espero. El 15 de Julio a las siete de la tarde en Gran Vía, 24, Area de Economía y Area de las Artes del Ayuntamiento de Madrid, presento mi libro. Estarán Ismael Serrano, Pablo Guerrero y Joaquín Pérez Azaustre.
Un abrazo a todos.

viernes, 4 de julio de 2008

El voto inmigrante

El Congreso del PSOE va estudiar y posiblemente aprobará una propuesta para facilitar el voto de los inmigrantes. Qué bien. Lo que ocurre es que no deja de ser sorprendente que, mientras se aprueban directivas poniéndoselo cada vez más difícil, se aprueben cosas como ésta que acerca a los socialistas a una especie de Jekyl y Hyde. Prefiero no pensar que lo que se busca es el voto sin más.

Hace ya unos años todos los grupos parlamentarios aprobaron una proposición no de ley de IU instando al Gobierno a regular este asunto. Nada hizo el Gobierno que prefirió dar la callada por respuesta, Ni, siquiera más tarde, cuando PSOE e IU presentaron otra propuesta en el mismo sentido.

Los inmigrantes valen para todo. Para hacer declaraciones progresistas y para lo contrario. Depende por donde sople el viento. Se juega no sólo con sus vidas, sino con sus derechos, en función de los intereses partidistas. Ahora toca plantear lo del voto, porque, probablemente, no estamos en elecciones. ¿Un brindis al sol? Se parece mucho.

A mí me parece bien que un inmigrante que paga y sufre los servicios públicos de la localidad donde vive, tenga todo el derecho a elegir. Es un ciudadano más que se ve afectado por la gestión municipal y que tiene todo el derecho a participar con su voto en ella.

Así que, por un lado, aplaudo la idea. Pero, por otro lado, me queda un regusto de desconfianza. Es como si con ello el PSOE estuviera ocultando la mancha negra de una directiva que persigue la inmigración y los reduce a ciudadanos de tercera. ¿No será que falta una auténtica política más humana y respetuosa con quienes vienen buscando una vida mejor?

martes, 1 de julio de 2008

Los kikos

Conocí a Kiko Argüello hace ya muchos años. En esos años en los que él cuenta que vivió en Palomeras Bajas, en Vallecas. Le he oído contar, como una proeza, que abandonó su casa y se fue a vivir a una chabola entre "gitanos, yonquis y prostitutas". Lo repite continuamente. El domingo lo dijo de nuevo en una entrevista o algo parecido en El País Semanal.

El problema es que en aquellos años de los que habla Kiko, en Vallecas, en Palomeras (Altas y Bajas) ni había yonquis ni había prostitutas. Quienes vivían en Vallecas eran emigrantes, gentes que habían venido de Andalucía Extremadura o Castilla a buscar una oportunidad a Madrid. Buena gente que se estableció en aquellas chabolas sin agua y comidas por la humedad.

Yo viví en Palomeras Bajas, a un tiro de piedra de Palomeras Altas, y puedo asegurar que no jamás ni prostitutas ni yonquis, entre otras cosas porque la droga aún no se había instalado en la sociedad española. Lo más, algún cigarrillo de grifa que quienes habían hecho la mili en África traía como recuerdo de su aventura. Y en cuanto a prostituas no digo que no hubiera, pero nuestro conocimiento se limitaba a las que andaban por el Cerro de la Plata, por Renfe, y que, posiblemente, eran mejores que cualquiera de nosotros.

Mis vecinos eran de Jaén, de Córdoba, de algún pueblo cercano a Madrid, que se ganaban la vida dejándosela en el andamio. El barrio era seguro y tranquilo y muchas veces he contado que mi hijo mayor se crió en la calle en cuanto aprendió a caminar, vigilado por todos los vecinos que tenían sus puertas abiertas durante todo el día.

Recuerdo las sábanas colgadas al sol, cruzando la calle, y las noches de verano en las que veíamos la tele por la ventana mientras tomábamos el fresco sentados en sillas y tumbonas a la puerta de las chabolas.

Iban por el barrio jóvenes universitarios de buenas familias que buscaban en el barrio razones para su rebeldía. Jóvenes que luego se marchaban, pero que, estoy seguro se llevaban siempre en su corazón una realidad diferente de la vida.

Kiko Argüello se ha construido una biografía más acorde con un pasado más épico, de sacrificio y santidad. Posiblemente a mis amigos de allí les dará igual lo que ahora diga Kiko y ni siquiera leerán unas declaraciones que sonrojan a quienes conocimos aquel barrio. Pero hay algo de insulto en sus palabras. Insultos a toda la buena gente que crió a sus hijos con esfuerzo, que rehizo su vida trabajando en la construcción, que todavía vive en las viviendas que sustituyeron progresivamente a las chabolas. No a las barracas, como se decía en El País. Nunca dijimos allí barracas, que es una expresión muy catalana y que jamás sirvió para definir las infraviviendas de Palomeras.

Kiko y Carmen Hernández, su compañera en ese movimiento cristiano, saben bien que no había yonquis ni prostitutas, Porque Carmen vivió en aquellos barrios, se movía en el mismo entorno que nosotros y era una monja moderna -o eso nos parecía- que trabajó con la gente de Palomeras. Posiblemente a ellos les venga mejor adornar ese pasado y hablar de un ambiente y un clima que nunca fue como lo cuentan ahora.

Kiko y Carmen vivieron como muchos en Vallecas, un barrio de emigrantes, de trabajadores de gente buena. No eran ni prostitutas ni yonquis, por mucho que a ellos les hubiera gustado que lo fueran para vestir un pasado de santidad.

Addenda. María del Sur me hace notar, y con razón, que se puede interpretar en alguna parte de esta entrada que a prostitutas y yonquis los considero antónimos de buena gente. Nada más lejos de mi pensamiento. Lo que quise significar, y no he sabido hacerlo probablemente, es que Kiko Argüello utiliza ambas expresiones para realzar su sacrificio al vivir entre este tipo de personas y precisamente dándoles ese aire de marginalidad y de gente turbia.
Sólo intenté dejar claro que en aquel barrio no vivían ni yonquis ni prostitutas por que no los había. Vivía buena gente trabajadora, tan buena gente como puede serlo un yonqui o una prostituta. Siento no haberlo sabido decir. En cualquier caso, prefiero no cambiar la entrada y dejarla con la poco afortunada primera redacción.