Hoy en el metro, amor, me ha llegado tu nombre
en la estación de Sol, subiendo la escalera
de enlace con la uno.
Un muchacho tocaba, justo en aquel recodo
donde me diste un beso, un bolero muy viejo,
aquel que habla de adioses y despedidas tristes.
La vida tiene a veces
su momento de gloria, y borra en un instante
el dolor del pasado dejando entre los labios
de algún desconocido cinco letras distintas
para empezar el día.
El pasado es como una página amarillenta
de una historia lejana, como las estaciones
del final de la línea.
Sentí que no había forma de llegar a tu nombre.
Está todo cerrado por obras. O eso dicen.