Hoy no hay versos que paren
el ruido de las armas.
No hay corazón que enjugue
la sangre de los niños.
Ni brazos que sujeten el dolor
de la mujer que maldice
la Navidad de fuego y de metralla.
Hoy todas las religiones de la tierra
han decidido, de común acuerdo,
eliminar de sus libros más sagrados
los dioses de la Paz.
Y queda como dios
único el dios de la venganza.
Hoy no hay versos de amor.
Está la muerte prendida de una estrella
Y todos los países se desean entre abrazos
felices Navidades. Caen las bombas
en la escuela y la casa.
Se ha registrado en la ONU una protesta
formal firmada por Alá, Yhavé
y otros mil cuatrocientos dioses y que ha sido
convenientemente sellada y archivada:
“A veinticinco de diciembre, cualquier año...”