Nunca supe de ti, niña, pequeña y libre,
ni de las noches aquellas en el barrio,
cuando al salir de la academia, sonriendo,
me llevabas por sucios descampados.
Y eran suaves tus labios, y la carne
era piedra lunar, desconocida y mágica.
Yo te juraba que siempre te amaría
mientras mis manos se ahogaban en tu blusa.
Y tú no decías nada. Te dejabas
besar y yo sentía el jadeo,
el ligero temblor
del vientre. Me dejabas
el ligero temblor
del vientre. Me dejabas
un perfume animal entre los dedos.
Ni siquiera tu nombre me ha llegado
a quedarme como queda la nostalgia
de los tiempos felices.
Noche joven,
Noche joven,
cuando el mundo empezaba con nosotros.
Y la última fila de los cines. La linterna
del acomodador que nos buscaba,
los besos abrasados, esa fuerza
terrible que rompía entre mis piernas.
Tus suspiros.
Y enfrente de nosotros
Y enfrente de nosotros
James Dean con cazadora roja
nos miraba envidiando, estoy seguro,
todo el amor que entonces nos teníamos.
Hoy, que miro en cuadernos escolares
esas cartas que nunca te enviaba,
me viene, tan fugaz como esos días,
tu recuerdo perdido. Y en mi pecho
reponen, otra vez, la vieja peli,
cuando eras una niña
y salías de la academia y me buscabas.
***