te despiertas y me encuentras en tu cama.
Y yo beso tu frente, en la tibieza
de las sábanas te busco. Y luego
desciendo hasta tu pecho, acaricio
la aureola, te muerdo los pezones.
La eternidad debe ser estos instantes
de silencio que puede devorarse.
Voy bajando después hasta tu vientre,
huelo tu piel, mi lengua se detiene
en tu ombligo de miel y eternidades.
Y luego, luego ya, está la locura
del pubis que se enreda entre mis labios.
La salina belleza de humedades,
la dulcísima agonía de suspiros,
el estertor gozoso de la carne.
Tus manos en mi pelo, el movimiento
de tus caderas que levantan el placer,
la finísima piel que me rodea
la lengua, y el recuerdo
lejano y primitivo
del mar que entra en mi boca. Entonces
te despiertas e imaginas
que una noche de repente te despiertas
y me encuentras en tu cama.
1 comentario:
Tremendamente poético e insinuante. Creo que es complicadísimo escribir algo de este estilo sin caer en la vulgaridad.
Enhorabuena Rodolfo.
Publicar un comentario