viernes, 8 de mayo de 2015

Vienes


Para ti que no sabes de mi vida
y vienes, sin embargo, cada noche,
te acuestas a mi lado, me golpeas
igual que los más negros demonios.
Y me hablas de los besos y los días,
los infinitos sueños de los otros.

Eres tú, lo mismo que los labios,
lo mismo que una voz que no me llama,
igual que las espigas de la tarde,
lo mismo que esos buques sin marinos,
igual que las palabras de los niños.
Igual que la promesa que se hace
tras el amor ya roto y triunfante.

Todo en ti es como una cucharada
de azúcar y de miedos cuando llega
la misma primavera y se nos cuela
en los bolsillos turbios y en el pecho.
Y sabe todo a sal. Tus manos tibias,
el pecho que respira, hasta el aliento
tiene el sabor marino de tu sexo,
el perdido animal entra contigo.

Para ti vayan hoy versos y risas,
la brisa de los campos y la nieve
más pura del invierno de tus ojos.
Vaya esta noche absurda, la tristeza
de caminar sin ti y para siempre.

Mas poemas

En el solar cercano,
refugio amable de gatos vagabundos,
han crecido las flores entre escombros,
hierros viejos, muebles abandonados.

Son restos de un pasado que imagino
feliz. La memoria del sofá desfondado,
de las tardes de invierno en otros brazos.
La lejana quietud de antiguos besos
y el vacío que dejan los recuerdos.

Son flores sin olor, humildes y pequeñas,
como si fueran trozos de vida sin historia.
Amapolas de sangre, margaritas,
malvas, cardos, avena loca, ingrávidos
dientes de león de suave aliento.

Es vida que nace sobre la vida muerta,
la vida breve que ahora se hace eterna
con el sol de este abril luminoso y dorado.
La vida -dios-, el mundo que entra como el fuego
en mi pecho y me llama a nuevas primaveras.

Nuevos poemas

Llueve. Gozosamente llueve. En los cristales
rebota la melancolía. Y por las calles corre
el recuerdo bendito de tu voz con la lluvia
que se rompe en la luz de las farolas.

Esta el mundo mojado por los besos
de estas gotas del agua y de la vida.
Vives en esta húmeda caricia, te me vienes
hasta mi corazón y duermes en mis párpados.

Tienes esa quietud que tiene el árbol
cuando cae por sus hojas la dulzura
de una lluvia de otoño y de nostalgia.
La nostalgia de ti tras las ventanas.

Y más allá, tan cerca que me duelen
tus huesos y tu abrazo, están los días
del alma en los bolsillos y en tu mano
amor, amor, amor que me quisiste.

Y ahora, mientras ahora cae la lluvia
como el sueño en los ojos de los niños,
me acuesto en esta cama de tu ausencia.
Y beso luego las letras de tu nombre,
aunque tu cuerpo descanse en otro cuerpo.

****************

Me vienes cuando se acaban los días.
Y está la soledad tras de la puerta
como un gato
que buscara el calor de los veranos.
Me salvas de la muerte que adivino,
de las hojas de otoño y de los miedos.

Yo no puedo jurarte amor eterno,
ni siquiera
un amor de una noche. Y sin embargo
añoro tus amores como añoran
los dedos a la piel. Y te deseo
como si fueras la carne de mis huesos.

Y ahora que ya es tarde para todo,
acudes y me besas la tristeza,
me desnudas de angustias y me vistes
con olores de lavanda.
Me rehaces la agenda del olvido,
me dibujas estrellas en el pecho,
y luego está tu boca que me llena
de risas los bolsillos.

Y aunque no estés conmigo
y aunque nunca
vayas a estar conmigo, niña amada,
siento el calor de tu vientre, el dulce aroma
de tu piel en mi boca. Y cada noche
enciendo un cigarrillo
y me acuesto abrazado a tu recuerdo.





*************

Y luego estaba el mundo. La tristeza
de una habitación deshabitada.
Estaba el hombre. Y ese puro instante
en que la vida misma se asomaba
como un sueño sin dios ni pesadillas.

Vivíamos sabiendo que las cosas
no tienen el final que uno desea.
La palabra y el viento conocido,
los años por el agua, cuando todo
es una fiesta inútil y perdida.

Devoramos los besos. Y las manos
buscaban los momentos mas intensos,
la pureza de una carne en la alta noche,
el deseo más limpio y primitivo,
las horas desatadas de los días.

Y cuan todo al fin fue cuerpo muerto
y vinieron a la puerta los temores,
entonces no supimos enfrentarnos
a la desesperación de haber perdido
el paraíso, la patria de la infancia.

*****************

Te quiero todo el día. A cada instante.
Cuando voy a por el pan y los periódicos.
Cuando fumo un cigarrillo
y abro la ventana
para que no huelas el humo del tabaco.

Te quiero todo el día. Por ejemplo
cuando entro en la farmacia, cuando
me corto el pelo o voy hasta el estanco
a renovar el bono de transporte.

Te quiero todo el día. Cuando leo
algún libro de versos o me compro
chocolate con leche. Y cuando vengo
con dos tres vinitos en el cuerpo.

También te quiero cuando
-pongamos que en el metro-
me encuentro a una muchacha que me mira
y sonríe por algo
que le dicen por teléfono.

Y te quiero también cuando camino
por calles y por plazas,
cuando entro en los bares,
incluso cuando piso alguna iglesia
y cuando tomo el vermú con los amigos.

Y te quiero en la cama y en la ducha,
cuando no dices nada, y hasta cuando
me aburres con historias o me dices
que mañana, sin falta,
hay que ir de compras.


Te quiero todo el día. Todo el día.
Pero he de confesarte, sin embargo,
que te quiero mucho más cuando regresas
de la peluquería y te miro y te digo:
estás tan guapa.


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