Todas son. Inimitable noche,
cadencia de los vasos cuando ellas
se refugian con miedo y con deseo
en el rincón de un bar de madrugada.
Vienen entonces, lo mismo que un suspiro,
igual que una canción que hacemos nuestra.
Y, luego, cuando el hambre de sus cuerpos
se deshace, sonríen y parecen
un gesto, una palabra, un beso ciego.
Limosnas de un amor que rompe por la sangre
las yemas de los dedos que la amaron.
Y, entonces, la pregunta: ¿será todo
como uno lo quisiera? ¿Será ella
la juventud perdida en un gin-tonic?
El deseo caliente de unos labios.
La búsqueda imposible de un sexo que derrama
el licor más selecto de la vida.
Extraños en un tren que no recorre
la estación de los cuerpos. Niebla rota,
relámpago fugaz de un amor nuevo.
Te canto a ti. Perdida niña triste,
imaginario azul, mordisco tenue,
pedacito de piel, espuma de los días.
En este bar te encuentro y en ti bebo
el licor olvidado de mañana.
***