lunes, 31 de enero de 2011

Nada es lo que era

Si un día vinieras a buscarme,

a rebuscar por viejos calendarios

aquel cuerpo que un día tú quisiste.

Y pudiera yo andar, en una de esas noches,

por todos los caminos de tus venas,

y volver a perder cabeza y manos

en ese laberinto de tu pecho.


Si quisieras rehacer, como si fuera

otra vez el tiempo de los besos,

aquella sensación que nos mataba,

las tardes de café y de cigarrillos,

o simplemente, tan sólo simplemente,

el roce de unos dedos en la espalda.

Y yo pudiera ser el mismo hombre

que amaba aquella piel, el que vivía

pendiente de tus pasos y el teléfono.


Si buscaras en mí lo que no era,

el libro de poemas, viejos cines,

la eternidad de un nombre en una boca.

Y pudiera yo, en fin, dártelo todo,

regalarte este miedo de los lunes,

el cansancio del viernes,

y la luz del domingo. Este cuerpo deshecho

que apenas ya si puede sostenerte.


Mas no sé si podemos. Si la vida

puede escribirse otra vez. Ya no vivirla.

Sólo inventar de nuevo viejos días.

Sospecho que tú y yo sólo podemos

tener en el recuerdo

el refugio donde esconder nuestro fracaso.


jueves, 27 de enero de 2011

Leer el diccionario

Hay un nuevo artículo en www.diarioabierto.es

Podeís leerlo e, incluso, opinar. Se os agradecería. Comienza así:

"A veces conviene acudir al diccionario de la RAE para saber exactamente de qué hablamos. Nuestros políticos –concretamente en este caso los del PSOE- están continuamente hablando de la necesidad de reformar para mejorar las cosas: mercado de trabajo, pensiones.

Y tienen razón. Reformar, según el diccionario de la RAE, en su segunda acepción significa: “Aquello que se propone, proyecta o ejecuta como innovación o mejora en algo”. Lo que ocurre es que ninguna de las reformas que se proponen son para mejorar".

lunes, 24 de enero de 2011

Tiempos duros

Los tiempos vienen duros, me comentas.
Será la primera vez que nuestros hijos
vivan peor que sus padres. Y que nada
podemos hacer para que cambien
las cosas. Y yo callo.

Es verdad que anda el corazón a la deriva
y los sueños han dejado nuestros cuerpos.
Que el hombre ya no tiene calendarios
en los que apuntar los días de la dicha
ni caminos que andar como no sea
la nostalgia. Y no sé qué decirte.

La esperanza no tiene ya horizontes
que podamos decir que son los nuestros.
Ya no hay ideologías. Ni siquiera
podremos encontrar en nuestras manos
una palabra cierta que nos salve
del miedo y la distancia.

Entre nosotros,
habré de confesarte que me siento
cansado y me refugio cada día
en algún verso de Biedma. Hoy he leído
Ollerías de Azaústre y me he sentido
igual que un hombre muerto ante un espejo.
Sólo hay belleza, amor, en el recuerdo.

Por eso, te convoco en este instante.
Ya lejos de nosotros el futuro,
construyo este presente en el que somos
poco más que una cifra, la que llena
la estadística amarga. Hoy ha subido
-lo dicen los diarios-
el número de hombres que aún esperan
que las agencias que rigen el destino
califiquen el alma
entre las inversiones seguras de la vida.

viernes, 21 de enero de 2011

Mi amigo Marcelo

Mi amigo Marcelo ha abierto un blog. se llama Marcel Prof y os aconsejo que lo sigáis. Porque aunque está un poco indolente a la hora de actualizarlo, merece la pena. Marcelo es un hombre culto e irónico que deja caer su mirada sobre lo que nos rodea, dejando siempre ese punto de reflexión tan necesario hoy, cuando lo frívolo nos ahoga.

Leed a Marcel Prof, pongo el enlace al lado. Yo creo que os gustará si os gusta leer a alguien que no dice ni una palabra de más.

lunes, 17 de enero de 2011

Retrato

Eras morena y dulce. Y en tus ojos
volaban gorriones y palabras. En tu piel
estaba escrito el verso más tierno de Neruda.
Niña desnuda y bella como nube
de amor y primavera. La caricia
de una noche de mayo sobre una carne joven.

Eras, cuando llegabas, como el aire,
lo mismo que el sabor del chocolate
de trópicos y tierras aún no descubiertas.
En tu boca podían beberse los encuentros,
el último café, o el cigarrillo de antes de dormirnos.
La plenitud de día de un agosto cercano.

Venías de ningún sitio. Mas de todos,
de aquellas estaciones, del invierno,
de otros amores fieros y perdidos, de los pechos
amasados con miel y con azúcar. Toda eras,
cuando hasta mí llegabas, la sonrisa
más limpia de los dioses.

Tenías en el vientre ese calor suavísimo
de los sitios amados. El milagro pendiente
del pan y del vasito de vino a medio día.
La certeza en el pelo, corto y negro,
de ser, cuando en la cama te adoraba,
la única mujer que, si quisiera,
destruiría mi mundo con sus besos.

Por eso, corazón, sólo por eso
daría en este instante cualquier cosa
por volverte a vivir aquella noche,
cuando en un pueblo perdido me tomaste
mi rostro entrelas manos preguntando:
“Dios mío, por qué te quiero tanto”.

sábado, 15 de enero de 2011

Perdón por el retraso. Lo cuelgo aquí

Bueno, pienso que es una tontería esperar. Así que lo cuelgo aquí, aunque luego salga en diarioabierto.es


Apuntes del natural

Reforma para peor

Rodolfo Serrano

Parece, como era previsible, que la reforma de las pensiones no tiene vuelta atrás. Y se dice que la reforma lo que hará es mejorar y garantizar nuestro sistema público de protección. Que me expliquen cómo.

Objetivamente, con la excusa de que el sistema no entre en déficit, lo que se hace es endurecer los requisitos para cobrar la prestación. Endurecimiento que, irremediablemente, lleva a una merma en la pensión a percibir.

Es decir; que si se aumenta el cómputo de cálculo de los 15 actuales a los 25 que se propone, a nadie se le escapa que la cantidad resultante será menor, por algo tan elemental como que una carrera profesional se consolida y llega a su máximo según avanza la vida laboral. Y, en consecuencia, se cotiza menos al principio de la carrera profesional que al final, cuando se supone que ha alcanzado su cénit laboral.

Si, además, se exige un periodo de vida laboral mínimo para cobrar la pensión completa (se esta hablando entre 37 y 39 años), eso supondrá que quien no llegue a ese número de años cotizados, cobrará menos. La situación en este caso se agrava en épocas como ésta en que el paro aumenta.

¿Qué chaval recién salido de la facultad tiene garantizado trabajar 37 años o 39 años en el mercado laboral actual o, incluso, futuro? Más claro, si u n recién licenciado no consigue empleo hasta los 28 años, y a lo largo de su vida se queda tres años en paro, ni jubilándose a los 67 años podría cobrar la pensión completa.

No sé por ello qué se entiende con mejorar el sistema. No cabe duda de que el lenguaje político es distinto al de la calle. Hay proyecciones que estiman que hasta el 2030 la Seguridad Social no entrará en déficit. ¿Por qué estas prisas? ¿No hubiera sido mejor sentarse a estudiar nuevas fórmulas que garanticen nuestro sistema de protección social sin perjudicar a los trabajadores, y sin la presión del calendario?

En fin. Como último apunte una cosa más. Es curioso, cuando menos, que los legisladores (diputados y senadores, tengan un régimen especial que les permite cobrar el máximo de pensión con sólo dos legislaturas como parlamentarios y con el 100 por cien a los 65 años, independientemente de lo que haya durado su vida laboral y lo que cotizaran o no antes de su cargo público. ¿Se reformara también su sistema?

Ay, cuánto cuesta a veces encontrar una poesía que, ante este panorama, no resulte pesimista.

Del buen Manuel Machado, algunos versos que poco tienen que ver con estos temas pero que tienen esa belleza deslumbrante de la poesía


En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos...,
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.

Besos, ¡pero no darlos! Gloria..., ¡la que me deben!
¡Que todo como un aura se venga para mí!
Que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino a elegir.

¡Ambición!, no la tengo, ¡Amor!, no lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce, ni adoro la virtud,

viernes, 14 de enero de 2011

Artículo en Diario Abierto

Podeis ver un nuevo artículo en www.diarioabierto.es
A lo mejor tenéis que esperar porque aún no lo hayan colgado, pero siempre se puede aprovechar para visitar el periódico y leer otros artículos. Merece la pena.

Os pongo un párrafo:

"Parece, como era previsible, que la reforma de las pensiones no tiene vuelta atrás. Y se dice que la reforma lo que hará es mejorar y garantizar nuestro sistema público de protección. Que me expliquen cómo".

lunes, 10 de enero de 2011

No te echo de menos

Después de todo, ya no te echo de menos.
Porque eso es lo que pasa cuando el alma
se acostumbra
a la ausencia de un cuerpo.
Y sólo queda
esa melancolía de los viejos amantes,
cuando apenas consiguen
recordar cómo era
la caricia gloriosa, el temblor delicado
de un vientre, una palabra,
el gusto a la saliva
y esa muerte pequeña de cada madrugada.

Estoy hecho a tu ausencia. Lo mismo que si fuera
la tarea diaria para ganar el beso.
Igual que si estuviera
esperando unos labios sin parada.
Como si entrara en bares
donde sirven
el calor de tu piel con un chorrito
del limón del olvido.
Sabiendo que ya nada ha de juntarnos
el nombre y apellido de tu carne
con el hueso sin letras de mi cuerpo.

Ya no te echo de menos.
Sólo siento
de corazón en cuando
una suave nostalgia,
el miedo a que no seas.
Y entonces te recreo. ¿Cómo era,
tu blusa y tu sonrisa?
Si acaso, sueño mío, en este instante
añoro a una mujer
que no sé si existió. Y que no importa.

lunes, 3 de enero de 2011

Cena con mi padre, a mediados de los 50

Recuerdo la taberna y a mi padre
hablando y en sus manos un cigarro de caldo.
Apenas yo tenía los años en que el mundo
era ese territorio donde todo era extraño
y Madrid la ciudad misteriosa y lejana,
donde olían los cielos a café y a tabaco.

Había un largo banco pegado a la pared
y un mostrador de cinc con azulejos blancos.
Y mi padre bebía un vasito de vino.
Y yo escuchaba absorto sus palabras. Callado
miraba las paredes con carteles de toros
y sentía en los ojos como un dulce cansancio.

Eran años difíciles, de hambres y de médicos.
Yo era un niño enfermizo, muy moreno y delgado.
Tenía no sé qué del corazón y el pecho.
Algo sin importancia. Tal vez fuera el pasado
de fríos en el pueblo, o la escasa comida,
o el ser el tercero entre los seis hermanos.

Mi padre me pidió una sopa y miraba
el papel del menú, lentamente, despacio,
como si aquellas letras fueran la medicina
más preciada del mundo y fueran esos platos
la inyeccion imposible de la penicilina
para todos los males de mi cuerpo delgado.

Luego, una pescadilla enroscada. Recuerdo
que mi padre me miraba comer y su mano
me acarició la frente. Dijo no tener hambre.
Y encendió, tierno y dulce, un cigarro de caldo.