caído en estos males y el cansancio
de la sangre y la amargura de estos días.
Y ese dolor de entonces recordado.
La voraz sensación de saberte perdida.
Malditas sean las noches de soledad y fiebre,
medicinas malditas y besos escondidos.
Y sea maldito el vómito y la angustia
y las dudas de una vida que se esconde
en las células enfermas de la carne.
Más qué importa el dolor, estos dolores,
el miedo hacia lo oscuro, el tiempo ido,
si estuviera tu voz junto a mi boca,
y tu piel estuviera entre mis dedos,
despertando el recuerdo de tus ojos.
Porque tú ya no estás. Ya nunca eres
el agua del verano, el dulce otoño,
la palabra sagrada que me salve
de todo purgatorio, de este infierno
que me acompaña ahora sin tu nombre.
Y por eso, tal vez como esperanza
perdida, yo te invoco en esta noche,
me someto a tus manos que me salven
y pueda yo soñar con tu recuerdo,
como sueña la tierra con la lluvia.
3 comentarios:
Agradecido siempre.
Qué desgarradores estos versos, qué soledad tan grande en cada una de sus palabras, qué tristeza compartida la de soñar como lo hace la tierra con la lluvia...
Muy grande tu poesía, Rodolfo.
Un abrazo desde Granada.
me gusta como escribes
me gusta como luces
un abrazo desde miami
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