miércoles, 9 de mayo de 2007

Ambrosio

De mis viejos amigos, recuerdo, como ya he dicho otras veces, a muchos con verdadero cariño. Son gente ya desaparecida, seres sabios que me enseñaron a comprender muchas cosas, a apurar la vida y los vasos.

Uno de ellos se llamaba Ambrosio, hombre burlón, irónico y con un sentido del humor, en ocasiones agrio, en ocasiones limpio e inocente. Ambrosio que había sido operado de un cáncer de garganta quedaba conmigo y otros amigos a tomar el aperitivo de mediodía. Nuestras ideas políticas eran completamente distintas. Él, cuando yo lo conocí, llevaba un llavero con la imagen de Franco. Más tarde le regalé yo uno del Ayuntamiento de Madrid que sustituyó al anterior.

Sé que me tenía gran afecto y yo era de los pocos que le entendía perfectamente, posiblemente, porque, al principio de conocerle y con las dificultades que, por su operación, tenía para expresarse, fui el único que le hacía repetir varias veces hasta que era capaz de comprenderle.

Un día me dijo: "¿Sabes? Hay muchos gilipollas que les hablo y no me entienden lo que digo, pero para no quedar mal me sonríen y dicen que sí. O sea que si les dijera que son unos cabronazos, me sonreirían igual. Me dan ganas de hacerlo". Yo creo que alguna vez lo hizo.

Fue taxista en tiempos. Y me contó que se encontró con Jarabo la noche antes de que aquel hombre cometiera el horrible crimen que conmocionó Madrid. Ya he contado esta historia en El País, pero no me importa recordarla. Me dijo que lo vio en una bar de la calle de San Bernardo y que estaba tomando una bebida llamada nacional, que consistía en cerveza con coñac. Jarabo molestó a una camarera y Ambrosio salió en su defensa. Cruzaron algunas palabras y Jarabo se marchó.

Días después vio en los periódicos su foto y echó cuentas. La noche de su encuentro había sido la misma en que Jarabo fue a casa del joyero al que había empeñado un anillo de una de sus amantes. Allí mató a una criada, al joyero y a su mujer.

Con Ambrosio pasé tiempos felices. Me trató siempre como un hijo y me dictaba frases y refranes para que yo los utilizara en mis crónicas periodísticas y que yo apuntaba cuidadosamente en una libreta que tenía por entonces. Recuerdo que me contó que un hombre de su pueblo, que tenía muy mal humor, fue al entierro de la mujer de otro que no era precisamente amigo suyo. Tras el entierro, el hombre se acercó al viudo y le dijo, no se sabe si en serio o con sarcasmo: "Hoy ya has echado el día".


4 comentarios:

txilibrin dijo...

Da gusto que hablen así de uno, a ver si a mi amiga la periodista consigo impresionarla y que me escriba una crónica, de momento no, que soy joven, pero cuando haya salvado al mundo del cambio climático tal vez me pase... jajajaaja

En serio (es que soy muy payasa), sí que es verdad que hay personas que le cambian a uno la vida. Yo tuve un profesor que de verdad supuso un cambio en mi vida, me hizo ver las cosas de una manera completamente distinta, no sé. Y cada vez que pienso en él, en todo lo que ha pasado en la vida (la muerte de un hijo de 4 años), me duele, y me alegra. Por seguir adelante, y por hacer que nosotros sigamos también.

Ains, ya me he puesto ñoña...

Y por cierto, mi abuelo tiene una traqueotomía desde hace 2 años, y el pobre se desgañita intentando que le entendamos, pero ahí está toooda la familia haciéndole repetir TODO millones de veces... jajaja

Margarida dijo...

Caray! Sí que hay personas especiales que en un momento dado, te dicen algo y te queda por simple que parezca. Una de esas personas es el prota de este blog. Lo poco que hablé con él me sirvió de mucho. Recuerdo que un día me dijo: "No dejes de escribir, nunca, escribir hay que escribir siempre!". Y que razón tenía..unas simples reflexiones que no va a leer nadie más que tú, pero que te valieron para organizar un cacao mental y "vomitar" ese mal rollo que tienes dentro...estos días, precisamente, me acordé y puse en práctica ese consejo. Va por usted, Maestro.

Anónimo dijo...

Me ha hecho gracia el detalle de que hay mucha gente que al hablar asiente sin escuchar lo más mínimo lo que le están diciendo. A mí me ha ocurrido bastantes veces, sobre todo cuando uno trata de cambiar la típica conversación de los ligues del sábado por la noche con un amigo que no sabe hablar más que de eso.

En cuanto al comentario de Margarida, estoy completamente de acuerdo con el consejo de Rodolfo. Cuando me preguntan por qué escribo siempre digo que me permite liberar todo lo que se acumula en la cabeza a diario: lo que sobra, lo que te crea mal rollo y necesitas reflexionarlo mientras lo escribes, y lo que te permite crear algo que, algún día, le sirva de distracción a alguien en el momento que más lo necesite.

Bea Ros dijo...

Hola Rodolfo soy Beatriz una de las nietas de Ambrosio leer esta entrada me ha traído muchos recuerdos ha sido una sensación muy especial con su toque de nostalgia.
Me alegra mucho que escribas cosas así de mi abuelo que la gente pueda saber como era, ya que con los momentos que has relatado casi podía verle diciéndote que le daban ganas de llamar cabronazos a los que le asentían sin entenderlo.
Así era mi abuelo y así permanecerá por los días que vendrán en nuestro recuerdo
Muchas gracias Rodolfo.
Un beso