Era alta y muy bella. Y ya tenía sus años.
Me la encontraba siempre acodada en la barra.
Bebía de su vino, despacio, a sorbos cortos.
Y no hablaba apenas con los dos camareros.
Un gesto suyo. Una mirada urgente
bastaba para que ellos rellenaran la copa.
Y ella se dejaba caer en el mar de aquel vino
como quien sabe desde más de cuarenta amores
que en el fondo del vaso existe la esperanza.
Nunca le dije nada. Sólo la contemplaba
mientras la tarde iba cayendo lentamente.
Andaba yo en pasiones, rupturas y dolores
de mujeres de noche y dulces madrugadas.
Y muy de vez en cuando jugaba con la idea
de que ella fuera una extranjera sin patria,
abandonada en la playa oscura de los bares
donde muere el deseo y la nostalgia crece.
Seguro que en su pecho habría amantes perdidos,
en sus manos tendría las viejas cicatrices
de olvidadas caricias en cuerpos de otros hombres
y en su carne grabada la nostalgia de un tiempo
en que era su belleza maldición y castigo.
Si me hubiera atrevido le hubiera dicho que ella
me recordaba a ti, a como tú serías
cuando los años pasen y ya no me recuerdes.
Pero, me dije, nunca hay que inventarse historias
de mujeres fatales. La verdad es más simple.
Y pensé que sería una mujer sencilla,
la vieja funcionaria de pensión desahogada,
y gris y triste vida, sin amigos ni sueños.
Un día regresé y me contaron que ella
se había marchado y dijo que nunca volvería.
En voz baja, en susurros, me contó el camarero
que, parecía mentira, pero esa misma tarde
vino a buscarla un coche con las lunas tintadas,
y un viejo caballero, delgado y elegante,
la besó dulcemente mientras la regañaba
lo mismo que a una niña y le decía sonriendo:
“El conde Almasy ha muerto hace ya muchos años.
El vino ni los bares podrán ya devolvértelo ”.
***
19 comentarios:
Agradecido.
Amigo Rodolfo, y yo te echo de menos, un día de estos nos quitamos los dos esas ganas. Un abrazo, y gracias por esta estampa preciosa
Siempre me gustó el juego de imaginar la historia que hay detrás de una persona, por su forma de vestir, de hablar, por lo que bebe o con quien lo bebe,... y siempre pierdo.
Un abrazo
Siempre tienes una historia interesante, para contarnos, en tus poemas de los Lunes.
Un abrazo y muchas gracias, Rodolfo.
Buenos días Rodolfo..
Soy brasileño pero vivo en Valencia... Así que perdóname los fallos de Castellano, eh? Sólo quiero decir que te he descubierto hace poco.. y desde entonces tu blog es para mí una parada obligatoria!! Leyendo a ti no me extraña que Ismael sea lo que es!
Un placer y hasta pronto!
Cássio Brito
Un lunes más, Sant Jordi literario en Catalunya, gracias por regalarnos otra historia preciosa!
Un abrazo fuerte!
Precioso como siempre. Gracias, siempre.
Precioso como siempre. Gracias, siempre.
Fijaté, tras leer tu poesia, los Lunes, siempre son menos Lunes.
Te equivocas, amigo.
Almasy no puede morir.
Por eso, no hay que cejar en el empeño.
Querido Rodolfo, ya te estaba echando de menos esta mañana!! Te has demorado más de lo acostumbrado pero la espera ha merecido la pena!!
Precioso poema. Vivo retrato de la mujer rubia del vídeo, con el rimel corrido y los labios de rojo, a la que un conde de Almasy con panamá blanco acaba dando una rosa.
Un abrazo grande!
Pues a mi lo que me sugiere es:
"Las apariencias engañan".
Un abrazo. Como siempre, colosal.
Me ha encantado, Rodolfo, he imaginado a la mujer, el bar, su copa de vino y vos contemplándola casi de manera imperceptible. Como siempre, un privilegio leerte. Beso!
La verdad es más simple, cierto. Pero que nadie nos quite nunca el placer de imaginar una historia al pie de una barra.
"Si me hubiera atrevido le hubiera dicho que ella me recordaba a ti, a como tú serías cuando los años pasen y ya no me recuerdes."
Me encanta.
:)
Gran hilo en la historia-poesía,que te va envolviendo poco a poco hasta ir mejorando en sus pasos finales...
increíble
rodolfo, pareciera que veo esa escena, pásate por mi blog. abrazo desde buenos aires.
Esa bendita magia de tus palabras y tus narraciones, poemas, etc.
Siempre nos transportas, querido. Besos. Ana (Montevideo, Uruguay)
No te das una idea cuánto me gustaría que el vino y los bares nos devuelvan lo perdido. Por aquí faltan barras de bar y mujeres fatales perdidas en ellas. Un fuerte abrazo Rodolfo!
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