lunes, 12 de mayo de 2014

El tiempo ido

De los males sin nombre que me aquejan
guardo la soledad del café frío,
el insomnio de noches y latidos
el recuerdo de amores en la sombra.

Los cines y las calles, la tristeza
de urgencias y hospitales, los informes
de médicos y amantes y los miedos
de un corazón sin lluvia en primavera.

De todo lo perdido, de estos días
donde la voz es un ámbito desierto,
guardo el silencio de todos los espejos,
las tardes en la playa de tu nombre.

De l,o que fui en los tiempos de la gloria
me quedan los naufragios de la dicha,
el calor de una piel, algún instante
en el que pude destruir el paraíso.

Algún beso perdido entre la ropa,
un abrazo de miel y madreselva,
esa copa final, algunos bares,
la cita en un hotel de las afueras.

Y ahora que mi cuerpo está ya escrito
en calendarios de duda y medicinas,
me subo hasta el color del tiempo ido,
sabiendo que ya nada puede herirme


5 comentarios:

Anónimo dijo...

SändrA

Ahi le mando un abrazo bien fuerte...

(/^-^(^ ^*)/

Vamos a acordarnos de lo ganado también. .. no solo de lo perdido...
Besos mil ... no esté triste ...

hasta pronto.

Anónimo dijo...

Cada etapa de la vida tiene sus cosas buenas, y nunca, nunca hay que dejarse vencer, siempre hay que mirar hacia adelante y que mucho bueno está por llegar, aunque sea inevitable algo de nostalgia. Un abrazo de P.

i*- La que canta con Lobos dijo...

Intensidad, dolor y vida. Todos miramos angustiados el calendario.

Saludos :)

jaime dijo...

Agradecido.

mejor la vida simple dijo...

Abrigué mi corazón,
le aparté del calor de tus manos,
de la lumbre intermitente de tu cuerpo,
del recuerdo acalorado de otros ojos.
Le arranqué de tus brazos,
porque no eras arena blanda,
ni el descanso involuntario en la tarde mojada,
porque un nudo en la garganta
no me dejaba moverme,
ni explicarte.
Me viste recoger rápido
todo lo inmaterial que suelo llevar puesto.
Agradezco la falta de preguntas,
no había fácil respuesta.
No te gustó el pañuelo al cuello,
los viajes de meses, siempre lejos,
mis ganas de estar en la frontera,
de defender la fragilidad,
la no-violencia.
Sacudí mi ropa con un gesto sincero,
para dejarte allí lo que no fuese mío.
Y no encontraste nada que decirme,
mejor así,
las palabras que no aciertan,
acaban en el suelo sin defensas.
Elevamos
los ángulos cerrados de los labios,
despidiendo la noche con dos leves sonrisas,
el resto de nosotros,
se mantuvo discreto.
Desanduve la calle
misma estación,
mismo vagón de metro.
Al salir, recuperé el sol,
el presente imperfecto,
ese murmullo de un fado callejero,
el latido fiel y doloroso del tiempo.

Un abrazo, Rodolfo.