De las
cosas que guardo de los años
amados y
perdidos aún me queda
tu piel
ardiendo, ese sabor metálico
del
sexo en la alta madrugada,
el
dulzor a saliva, el imposible
calor
de tus axilas y tus muslos,
la
desesperación de no poder morirme
cuando
entraba en tu cuerpo y me abrazabas.
La
tersura del vientre,
la humedad
que corría entre tus piernas,
el
grito de tu voz cuando mi boca
buscaba
entre tu carne. El dulce nombre,
la
palabra sagrada, el paraíso
de
manzana y serpiente que nacía
más allá
de los dioses prohibidos,
cuando
eran los cuerpos gloria eterna.
De
aquellos años guardo en mi memoria
el temblor
de tus brazos, la terrible
expansión
de universos que vivían
en tus
pechos, las islas de tu ombligo,
la
redondez del mundo en tus caderas,
el
mordisco final, la lluvia cálida
que
empapaba la noche y los abrazos.
Todo en
ti para mí, para mis labios.
y
morirme esta noche sin tenerte,
maldito
para siempre en el recuerdo,
maldito
como ahora cuando viene
la
desesperación , cuando se marcha
la
memoria de entonces y me queda
sólo
una leve bruma, sólo esa
niebla
que trae el olvido y que me mata.
6 comentarios:
... cuando eran los cuerpos gloria eterna.
¡Qué bueno leerte!. Agradecido
Qué difícil disipar la niebla, la bruma, el olvido que mata...
Un pacer leerte, siempre.
Un saludo
Que delicia leerte Rodolfo, siempre poniendo tanta vida en tus versos. Un abrazo.
Que triste recordar esos días como un pasaje remoto en nuestra memoria y que triste olvidarlo de a poco... lentamente, con la bruma
Hermoso!
Buenísimo, precioso, brutal.
Azahara
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