Los días
del pasado, cuando era el futuro
el calor
del verano y la belleza libre,
y todo
parecía como el pan de los dioses,
y la
palabra nunca y la boca de dicha.
Aquellos
días amados, como refugio eterno,
como la
piel cubriendo los huesos y la carne.
Y
mañana era un verso caliente por la sangre,
y un regusto de vino en el pecho del mundo.
Fui
feliz como eran los santos primitivos,
los fieros
cazadores, los guerreros sin patria.
La
noche estaba viva como estaban los cuerpos
en madrugadas
tibias de café y de tabaco.
Hoy que
ya no poseo ni la lanza ni el verso,
ni siquiera
el recuerdo de toda la hermosura
que
entonces caminaba mi lado y mi sombra
me
detengo un instante para unir los despojos.
De
todas las batallas perdidas no conservo
ni el
botín más humilde que pueda llamar mío.
Y así,
ante la derrota, me someto a tus manos
para dormir
en ellas. Dulce sol de diciembre.
11 comentarios:
Este diciembre promete ser un mes de frío y muy duro. Que permanezcan a nuestro lado las personas a las que queremos y sigan sus poesías arrancando nuestras sonrisas. Un abrazo, Rodolfo.
Me encantan los versos finales, porque la derrota, la del tiempo, la de los años, la del propio sentimiento, el cansancio que a veces parece abatirnos y no poder dar más... porque todo queda perfectamente recogido en esa apelación a diciembre, en ese dulce sol que, aunque luce, no calienta. Pero qué importará cuándo haya unas manos entre las que dormirse...
Muy inspirador, Rodolfo!
Qué pases una buena semana :)
Es usted un genio caballero.
Agradecido.
Agradecido.
Dejamos toda atrás, pagamos con tesoros una nostalgia que ni siquiera queríamos...¿Cierto?
¿Para qué la noche?
al menos, estas noches,
de dudas como piedras,
de diluvios eternos que borran
tu nombre en los bocetos.
No todo el aire es frío,
hay aromas que laten en la mesa,
y por tu puerta pasa
ese soplo de astro herido,
de sol que calienta.
¿Para qué la oscuridad
si no me deja verte?
Saber que nos sentamos ayer
congelando memorias,
las horas distraídas
que partieron cansadas;
quemando en el tabaco
mentiras necesarias, usadas.
Los libros nos reclaman
ecos e instantes secos,
esa angustia vencida
que estuvo acorralada;
nunca nadie es eterno.
La noche y sus armarios,
cartones y reproches,
ascensores que esperan,
amores que se vengan,
bancos desubicados
con clavos oxidados.
En noches como ésta,
tus ojos quedan quietos, serenos,
pendientes del reloj y del invierno,
de esa puerta cerrada
sin sonido de llaves que la abra.
Se buscan caracolas sueltas,
me miras,
en la tierra abonada.
Un abrazo, Rodolfo.
¡Qué felicidad debe ser la de un precursor,un pionero!!!,¡qué bien transmites el vivir,Rodolfo!Eres ese ser que se deja sentir,que emociona.(un abrazo)
Dulce sol de diciembre.... Maestro una vez más maravilloso.
El eterno retorno, el fin de un ciclo. Me gusta mucho el regustillo que le das de paz al final del poema. Reconforta. Gracias por compartirlo.
Besos
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