No
tienes ya que preocuparte de mis cosas.
Son tan
cortos los días, tan extraños
que apenas
si hay lugar para la dicha.
No hay
recuerdos que salven el futuro.
Espero,
como esperan los amantes,
haciendo
del instante un tiempo nuevo,
la
soledad de un hombre, la palabra
que
ahora ya decimos imposible.
No
estás en mí. No sales de mi boca
como el
viejo suspiro de esas noches
sin ti
y sin paraísos donde pueda
mi
corazón saltar hasta tu pecho.
No hay
nada que saber. Tal vez la sola
sensación
de conocerte muy lejana,
notar
en tu garganta los latidos,
beber
del agua amarga del olvido.
No
debes preocuparte. Está la plaza
sin nombres
que escribir en las paredes.
Y yo
estoy sin tus sueños ni promesas.
Todo
descansa en ti, como las sombras.
Para
que vengas tú, para que vengas
me faltan
las rosas que dejaste
una
tarde de lluvia en la ventana.
Detrás
de ti está el miedo de la carne.
Y ya
nada te espero. Nada busco
más allá
de ti misma. En la penumbra
adivino,
por fin, tu cuerpo abierto.
No
debes preocuparte. Me has vencido.
5 comentarios:
Realmente, ¿qué esperamos cuando esperamos? ¿Cuál es ese tiempo nuevo que inventamos para calmar el ansia, la propia espera, el deseo y su incertidumbre...? ¿Cómo volver a esperar después del vencimiento? ¿Cómo este estar fuera y, sin embargo, pertenecer...?
Y, al final, cuánta razón, Rodolfo, no hay nada que saber, y todo es el rumor lejano de haber pretendido conocer a quien se espera, con más o menos éxito... Gracias por ponerle versos a esta mañana de grises y lluvias.
Un abrazo fuerte.
Caray Rodolfo, que poema más duro, hermoso pero crudo, contundente, un golpe bajo al sentimiento. Brindo para que los días vuelvan a ser luminosos.
Un fuerte abrazo.
Agradecido.
No sentía los pies,
subía indiferente,
no podía dejar de pensar,
en el batiente de la casa
a la que iba.
Sólo miraba el agua
cargada de tierra,
densa y ligera
como yo otras veces.
Estaba rendida
a la tilde, a la risa,
al imán que retó
mi lado furtivo.
Remonté la calle sin farolas,
tiendas sin mostrador
ni alimentos,
comida, fruta expuesta,
madres que venden
con hijos pequeños,
puestos de tela invisibles,
callejeros.
Podría haber habido
una alarma, un incendio,
un cometa abatido
enfrente mía,
no sentía más vida, que la tuya;
culpé al destino,
por tanto corazón posible
y sólo, pretender uno.
Pero al llegar,
no existías,
quise esperarte fuera,
fingir una cita,
pegarme al metal, a la puerta,
y por primera vez,
oír mentiras.
Un abrazo.
SAndrä
(ノдヽ)
..qué bonito ...pero que triste ...jolin...
rompe las entretelas del alma ..
No debes preocuparte. Me has vencido.
suerte y mil abrazos
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