martes, 29 de abril de 2014

Medicina

Y no es verdad. Tampoco hay amor que consiga
derrotar los dolores de la carne cansada.
Esa punzada viva que te atraviesa el pecho,
o, pura y simplemente, el amargo mareo
de una resaca infame al levantarte el lunes.

De dolores mayores también está probado
que no hay pasión alguna capaz de aniquilarlos.
Que no hay beso que pueda, en cualquier madrugada,
anular el aullido de una muela maldita,
ni unos labios que venzan a un infarto y su angustia.

El amor es más débil que cualquier aspirina.
Se nos viene y se marcha cuando no lo queremos,
deshace corazones y siembra de peligros
la soledad sin nombre de todos los dolores,
y alimenta el fracaso de los años perdidos.

Por eso, cuando ahora mi cuerpo vive en ese
misterioso milagro de miedo y medicinas,
declaro mi derrota y me someto inerme
sabiendo que tu cuerpo ha perdido esta noche
la dudosa esperanza de salvarme en tu nombre.

4 comentarios:

jaime dijo...

... deshace corazones y siembra de peligros
la soledad sin nombre de todos los dolores,
y alimenta el fracaso de los años perdidos.

Hermoso... Gracias.

Carlos dijo...

En ocasiones, ni el amor encuentra el bálsamo a las heridas.

Anónimo dijo...

SändrA


Buenos días

El amor es bonito y necesario y yo creo que a veces lo que te esfuerzas x una persona a la q amas puedes ayudarla ...quizás no de la forma que deseamos pero tal vez de otra q haga su estancia menos dolorosa...triste o menos sol... o incluso haciendol@reir

... no sé. ... es verdad q nos es medicina ... no como queremos pero si podemos ayudar con nuestro amor a una persona qu lo pasa mal..pues lo dicho,me repito... de otra manera...

al mismo tiempo estoy mas q de acuerdo con tus letras y estas se me han quedado grabadas no se muy bien xq.....

,,, alimenta el fracaso de LOs años perdidos".. así sera siempre...

gracias.... mucha fuerza y salud...
te mando Cho ku rei para estos días.

♡Luz

mejor la vida simple dijo...

No es verdad, que pueda detener
en el aire
esa gota que el grifo desecha,
esa lágrima dulce y clorada,
ese mar de cielo contenido
habitado y único.
Nada, ni siquiera el pulso en tu garganta
me es ajeno,
ni la playa inmensa de espacios de reposo
que es tu cuerpo,
sea el primero o el último en que anides.
Es falso, lo sé, que puedas recorrer
esta calle conmigo,
a esa hora del viento en los rezos,
del miedo de la presa
entre redes o rejas,
cuando cedo mi turno en los buzones
a cúmulos de polen y recados,
cuando el día sin ruido
se repliega,
cuando empeño a usureros
mis finales felices,
las perlas azuladas de mendigas princesas,
los abrazos que doy o que recibo,
las estrellas fugaces, las huérfanas,
la ruta del río por parajes yermos.
Nada, ni siquiera un pálpito en tus sienes
me es ajeno,
como si en este asfalto, este universo,
de pisadas de piedra, de mundos por nacer,
de medios absolutos y obsoletos,
algo tuyo hubiese despejado
con una luna suave
el humo de un temblor,
mi niebla.

Un abrazo.