Tu
dolor. Tu tristeza que me llega,
como
una herida abierta.
-tu
corazón doliente-
que me
cuentas
en cuatro
líneas apenas muy lejanas.
Quisiera
acariciarte muy despacio,
en esa
soledad
que
siento como mía,
que me besa
en el alma y se deshace.
Y no sé
qué serás, dónde tú ahora
escondes
ese miedo,
dónde
andarán tus días y tu sombra.
Esa
sombra,
Esa
palabra tuya, la que entonces
recorría
mi boca y removía
el
temor al fantasma del olvido.
Me
llegan como llegan los otoños,
con la
misma nostalgia de los lunes,
igual
que tus mensajes en la arena.
Ahora
que ya no estás,
que
nada eres,
se me
clava tu miedo y adivino
tus
noches en la cama de los otros.
Por
eso, corazón tan deseado,
escribo
a tu tristeza,
y sólo tengo
estos
versos, la palabra
que
quiere acariciar
el alma
que aún deseo
y que
me duele.
4 comentarios:
Un lunes más, ahí llevas mi agradecimiento.
Otoño lluvioso por el sur del mundo y el tedio y melancolía que trae los lunes y el clima se diluye con sus versos señor.
Queda el verso, como bien dices, y los recuerdos, y el Otoño. Y el mañana....
Qué grande, Rodolfo.
Al final, las heridas más profundas siempre se cuentan en tres o cuatro líneas, o en unos versos.
He leído la crónica de ayer. Como siempre, no puedo más que sentir envidia (y no sé si muy sana...).
Un abrazo desde Granada.
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