martes, 10 de julio de 2007

Añoranza

Son las 8 de la mañana. El autobús traquetea camino del trabajo. Hace un día radiante. Un cielo azul que parece artificial. Sueño. La gente apenas habla. Pero, detrás de mi, oigo el acento musical y dulce de un argentino. Casi un soliloquio. Cuenta a una joven, a su lado, cómo era su casa. Cómo era su tierra. Habla de manantiales purísimos de los que se podía beber un agua cristalina y fresca.

Ella dice algo, algún monosílabo. Y el hombre continua hablando. Habla de las tierras, de los montes y las quebradas, de las reses en la llanura. Trato de saber de qué parte de Argentina es. Pero parece que es de todas partes. No habla de ningún lugar concreto.

Ella hace alguna pregunta y él habla de su casita. Y cuenta esos pequeños problemas que se tienen cuando se va a colgar un cuadro, cuando se va a colgar una lámpara. Hay en su voz como un deje de melancolía, de añoranza. Habla y habla como si con ello trajera su tierra a este autobús, a esta mañana de sol.

Pienso que tal vez se conozcan, que sean vecinos. Luego descubro que no. No se conocen. Él ha empezado a hablar y ella le ha escuchado. Así que ella hace algún comentario y cita a su marido que estuvo enfermo. Y él se interesa por su salud y se alegra cuando ella le dice que ya está bien, que se recuperó sin problemas.

Durante todo el camino escucho la voz del hombre. Una voz musical y grave que me trae a todos mis amigos de América. Casi lo único que se oye en el autobús son sus palabras contándonos a todos cómo es su tierra, cómo es su casita, cómo es su recuerdo. Una voz que nos habla de la nostalgia y de la tristeza de estar lejos. Que nos dice que, en demasiadas ocasiones, hay que hablar, hay que contarle al de al lado que uno echa de menos un país, una casita, unos manantiales. Que uno termina echando de menos esos agujeros que, sin querer, se hicieron en el yeso cuando uno intentaba colgar un cuadro en su casita, ¿sabés, vos?

11 comentarios:

txilibrin dijo...

¿Escribiendo en horario laboral? Uuuhm :D

Yo que vivo fuera de mi tierra, en cuanto me dejan, hablo de las maravillas que allí tenemos, de la casita en la playa en la que tan bien lo paso y de la que tantos recuerdos tengo. Pero bueno, muchas veces no nos queda más remedio que buscar una vida con más posibilidades a costa de una vida mejor... No sé si me explico.

Menos mal que en Madrid me han acogido con los brazos abiertos y empiezo a quererla como si fuese mía.

Anónimo dijo...

Cuando uno está lejos, de pronto, extraña cosas que pasaron siempre por alto. El tacto del café en los labios dentro de la taza de barro del mercado. El olor de la combustión irregular de los camiones en las avenidas. La caricia de un sol distinto sobre los hombros. De pronto, dejas de recordar como miran algunos ojos. Queda el recuerdo y se va perdiendo la sensación. El ruido de la calle demasiado temprano cada mañana. El olor, la humedad... Recordar en la distancia requiere, a veces y de pronto, una gran disciplina para que los deseos no rellenen los vacíos que van quedando.

txilibrin dijo...

Yo lo que llevo muy mal es cualquier cambio en mi ciudad... Cuando vivía allí me encantaba, pero ahora me siento traicionada cada vez que ponen una escultura nueva, o terminan un edificio o cualquier cosa, como si el mundo tuviese que pararse el mes que estoy sin aparecer por allí.
Ains

Anónimo dijo...

Hubo un tiempo en que era poeta. Y no hacía nada más que escribir las historias que se paren en esos lugares sagrados de lo poético. El mayor y más sacro rincón poético de nuestras ciudades es el autobús. De los niños, ancianos y jóvenes, de sus conversaciones, de sus preguntas, de todo ello forjé los poemas que una vez escribí cuando era poeta.
SALUDOS

Gabriela dijo...

Por estos lados del sur con un día también hermoso, estimado Sr. Serrano, pero tan helado que llega a doler. Una ola de frío de origen polar nos visita y ya van más de diez personas muertas de frío en Chile y Argentina.
No puedo dejar de pensar en la añoranza de estas personas, en cuán lejos estaba su país, su casita, esos manantiales a la hora de su muerte, y pienso en cuán gélidos se han vuelto nuestros corazones.
Como siempre agradecida por sus palabras,
Gabriela

Abril Pérez dijo...

Que bonito Rodolfo, yo hace 17 años que estoy lejos del lugar donde naci y donde pase gran parte de mi infancia; pero pasa el tiempo y sientes que has perdido tu identidad, que vives en tierra de nadie y que ya nada te pertenece, solo recuerdo la paz que provoca la niñez y los olores que me recuerdan tiempos dulces.

Un abrazo, gracias por seguir guiandome.

Romano dijo...

Leyendo su artículo me viene a la mente mi Padre quien hace ya 56 años que vive en Argentina y no olvida ni olvidará nunca su Galicia natal..

Por suerte pudo volver y espero algún día poder ir con él y vivir en directo todas las historias que nos contaba a mis hermanos y a mí de sus aventuras al borde del río Miño, sus largas caminatas al colegio o el campo donde sacaban a pastar las ovejas y los bueyes.
Mientras escribo me emociona pensar en mi Padre y su pobre pero feliz infancia.

Anónimo dijo...

Resulta realmente conmovedor este momento que fotografiaste y hoy nos has regalado. Y no sólo por la manera en que recoges cómo evoca un tipo sus momentos rutinarios al otro lado del Atlántico, sino por sucederse ese recuerdo en algo aún más rutinario como un autobús y en la hora del día más incauta para iniciar una conversación, que es camino al trabajo.

...Pero la magia existe. Y no sólo para sacar conejos de la chistera. A veces, la magia es, simplemente, la capacidad de los momentos para romperse a sí mismos, para esquivar su propia lógica y para saltarse estereotipos. En definitiva, recurriendo a las metáforas, sería como un brindis que las hadas nos ofrecen suspendido en el aire para recogerlo al vuelo y permitirnos disfrutar de conversaciones llenas de paz, de alma antes dormida y de recuerdos que nos mostraron el camino al que ahora hemos llegado.

Y en ellos, en esos instantes, todo es posible. Y sólo en ellos es cuando los manantiales de agua cristalina se mezclan con el agujero en la pared al clavar el cuadro. Cuando las mañanas en Madrid se pueden ver con cielo cristalino, cuando todo refulge, cuando Elena Salgado se fuma un puro, cuando el Madrid gana la Liga con un entrenador amarrategui como Capello. E incluso cuando aquellos a quienes tanto apreciamos y hace tiempo no vemos, vienen de lejos y nunca más vuelven a marcharse…

Tuviste mucha fortuna en vivir un momento como ese Rodolfo. Y somos afortunados por poder saber de él a través de tu breve relato reflexivo. Un relato emotivo y con moraleja, como tantos otros de tu cosecha, pero esta vez una realmente hermosa, la que nos muestra que en la vida hay que ir con los ojos bien abiertos, incluso a las ocho de la mañana, para poder degustar lo mejor que nos llega. Y en tu caso y el mío, para poder trasladarlo y hacer partícipes a los demás como notarios de las palabras…

Dicen que en Argentina hace más frío que nunca. Que nieva en Buenos Aires y que el invierno se abalanzado sobre la ciudad trayendo junto a él estampas hace años olvidadas. Manda por tanto para allí millones de abrazos reconfortantes. Cálidos como tu relato, mullidos como el asiento de ese autobús que agarras cada día entre semana. Y entregados como bien merecen recibirlos aquellos cuyo talento inspira nuestra tarea y nos vuelve mejores personas…

Anónimo dijo...

mágica historia de autobús...

a mi a veces me pasa que, sobre todo señoras muy mayores, me cuentan cosas de su vida, de los nietos que se les casan, de la aldea donde nacieron, de lo duro que fue venirse a Madrid con lo puesto... No las conozco de nada pero me cuentan y yo, simplemente, escucho (porque me gusta).

besos

Anónimo dijo...

Sr. Serrano, aprovecho el que se refiera a la añoranza para decirle que los que acudimos a leer a este blog añoramos sus poemas, ¿Para cuándo uno?

Saludos

Por cierto, tengo una amiga poeta que le escribió un poema a uno de sus hijos (no a Ismael.¿Cómo se lleva eso de tener tantos hijos sexys?,ja,ja,ja). El poema está incluido en un libro que ganó el año pasado un premio nacional de poesía.

cambalache dijo...

Amigo Serrano. Bonito pasaje. No se extrañe que lo plagie en mi próxima novela. Ya sabe que ahora lo llaman 'intertextualidad' o algo así.