miércoles, 25 de julio de 2007

Cliente o empleado

Oficialmente, trabajo en un centro que me paga cada mes. Pero resulta que, además, soy empleado, gratis et amore, de un montón de empresas. Veamos: Cada vez que necesito utilizar un servicio público, hablar con una compañía de telefonía, de gas o de agua, o echar gasolina, tengo la sensación de que no soy un cliente. Tengo la sensación de que soy un empleado que no sólo no recibe sueldo, sino que, además, paga por ello.

Comprar un billete de metro o de autobús en una estación es toda una odisea. Tú te acercas decidido a la máquina. Lees las instrucciones. Al fin y al cabo, tienes estudios y descifras, con alguna dificultad, el modus operandi. Pero resulta que la máquina no funciona o exige el dinero justo. está todo previsto. Y pulsas el telefonillo para requerir la presencia de un empleado que nunca viene. Te dedicas entonces a ejercer casi de mendigo, pidiendo a tus compañeros de infortunio que te cambien, por compasión, un billete. Nadie tiene cambio, con lo que terminas por salir fuera, buscar un bar y tomarte un café que no necesitas para obtener las malditas monedas.

He descubierto que trabajo en más sitios o que contribuyo a enriquecer a más gente. Un día tengo que hablar con quien me suministra la luz, el gas o el agua. Llamo al teléfono de atención al cliente. De momento, una máquina me va indicando que apriete botones, para terminar diciéndome que espere al teléfono hasta que algún operario quede libre.

Y, mientras, el teléfono va contabilizando pasos y voy sintiendo que la consulta va a terminar saliéndome por un pico. Porque no se trata de un servicio gratuito. Es un servicio por el que pagas. Cuando finalmente logro llegar a una persona que, amable, me da su nombre y me pregunta por mi problema, resulta que he equivocado la tecla y no es ese el departamento que me lo puede solucionar. Normalmente el joven o la joven amable no me puede pasar directamente y me veo obligado a marcar de nuevo, con lo que el ciclo y el gasto comienzan de nuevo.

No tengo a quien quejarme. Y si lo hago con el joven o la joven amable, si le doy cuatro voces diciendo aquello de no hay derecho y ustedes no tienen vergüenza, acabo pidiéndoles perdón porque comprendo que ellos nada tienen que ver y demasiado tienen con aguantar diatribas, insultos y quejas por un sueldo de miseria y un horario de locura. Al final, si es para facturación, por ejemplo, me piden que lea yo mismo el contador y s e lo haga llegar por correo, con lo que acaban de convertirme en lector de contadores sin paga y sin Seguridad Social.

Vivimos en una país maravilloso y tecnificado. Así que tu deseo de llamar ladrón o sinvergüenza a la compañía en cuestión, se queda en nada ante una máquina que te repite constantemente: "Si es para asuntos de facturación, marque uno, si es para averías, marque dos.... Y así hasta el cansancio. Sospecho que la maquinita ni se inmuta ante el insulto y el Presidente de la compañía está muy entretenido contando sus beneficios.

Trabajo gratis en más sitios. Las gasolineras han optado por hacernos a todos empleados suyos, dispensadores de gasolina. Así que llegas a la gasolinera y, angustiado ante lo desconocido, coges la manguera y en un curso aceleradísimo de formación profesional, te conviertes en operario y te llenas tú mismo el depósito. Luego pasas por caja y pagas religiosamente.

Las gasolineras se han ahorrado varios puestos de trabajo, y lo lógico sería que ese dinero redundara en beneficio de quien, sin comerlo ni beberlo ni desearlo, se ha convertido en empleado, es decir, el cliente. No. La gasolina sigue valiendo lo mismo. Y la calidad del servicio se ha reducido de forma drástica.

Ninguno hemos protestado. Todos hemos aceptado la situación como algo inevitable.Además ¿será por falta de trabajo? Cada español tiene varios empleos, basta con saberlo ver.

8 comentarios:

cambalache dijo...

No te quejes. Por mo menos Tomás te sigue despachando él los vinos y no tienes que ponértelos tú. Algo es algo

Alicia dijo...

Sí, quejate, estas en el derecho... Nunca me habia percatado de todo eso, pero es una verdad igual que una vergüenza, como un templo.
Gracias por tu visita a mi Blog, un abrazo.

Marlon dijo...

A mí me llama la atención sobremanera el caso de "Ikea", donde tú eliges tu mueble, lo cargas, te lo llevas a casa, lo montas y encima tienes que pagar!! Desde luego, hay empresarios con buen ojo.

Cualquier día, cuando vayas a la carnicería te dan un cuchillo en la puerta para que te cortes los filetes tú mismo.

Anónimo dijo...

Muy buena la apreciación del cliente explotado. Patente queda que el resultado es siempre el mismo: menos servicios para el consumidor pero más caros.

PD: Esta vez no te llamaré "Adolfo", menuda ida de olla la mía...

Fernando dijo...

esto es en realidad el sistema anglosajón..o peor calvinista actual...la sociedad se transforma de tal manera que te convence para que seas "moderno"..y así jod...dos veces..saludos

ivan (paranoico) dijo...

EN textos como este me recuerdas a Jorge Ibargûengoitia, con esa vision tan particular del día a día..

Abrazos

txilibrin dijo...

¡Coñe! Señor Serrano, me ha abierto los ojos... No me había dado cuenta yo de que nos cobraban en tantos lados... Yo lo de las llamadas telefónicas, como trabajo en una empresa de telefonía, no lo noto, pero la de veces que habré tenido que llamar para anular, cancelar, quejarme, etc...

Romano dijo...

Rodolfo leyendo su articulo me siento esclavo no empleado de todas las empresas que prestan servicios aqui en Buenos Aires,,,,

Un abrazo,,,,