lunes, 26 de marzo de 2007

Más de Zaplana o las penurias de un pobre ministro

El ejercicio de la cosa pública es todo un sacerdocio. Sin ir más lejos, así lo ha demostrado el pobre Eduardo Zaplana, hombre siempre sacrificado por su afán por lo público, por el dinero público, claro. Acaba de conocerse que a don Eduardo, el interventor de Hacienda no le admite algunos gastos que se vio obligado a realizar durante su etapa de ministro de Trabajo.
Cosas de la política, dirá él. Falsedades. Por ejemplo, ¿cómo es que no le admiten los gastos realizados en la tienda de ultramarinos más cercana a su casa? Y eso que ha presentado todos los tickets de compra, hasta el más mínimo importe. Fuentes cercanas al ministro aseguran que no eran para atender el condumio diario de su hogar, si no para cenas oficiales, cenas de trabajo. Qué injusto, porque eran cenas de lo más austero, a base de bocatas y poco más: según las facturas que el interventor pone en duda, el ministro y sus invitados oficiales o sus colaboradores cenaban frugal y espartanamente, mientras trabajaban por nuestro bien. Esto es lo que compraba para esos refrigerios oficiales: pasta buitoni, cuajada, bocata seis cereales, algún helado, lentejas, apio, galletas Kely, membrillo y chicles Trident de 0, 55 euros, entre otras cosas. En este capítulo se dejó en dos años 5.000 euros.
Bueno, pues en lugar de felicitar al ministro por su austeridad, han puesto el grito en el cielo. Pero, ¿es que los ministros no comen?
Lo mismo que con sus viajes realizados en avión de alquiler. Zaplana iba y venía en jets a Barcelona, Tenerife y Valencia. ¿Y qué quieren? El de Trabajo, no cabe duda es un ministerio de urgencias y, por un qué sé yo, no se puede correr el riesgo de llegar tarde a una inauguración de cualquier sede de la Seguridad Social? O quién dice que el ministro no se vio obligado a coger un avión privado para atender a un pensionista, resolver el problema de un accidente de trabajo o cualquier otro asunto que requiriera de medidas drásticas y sin reparar en gastos.
Porque la verdad es que tampoco ha reparado en gastos en lo que se dice protocolo: carteras de piel por importe de 5.000 euros, gemelos de oro por importe de 1.400 euros, fulards, estilográficas, joyas. La intemerata.
La memoria es frágil. Creo recordar que el PP llevó a juicio a un ministro del PSOE por unos regalos de Navidad que no llegaban a 30.000 pesetas. El socialista fue absuelto, pero nadie le quitó de encima el baldón de haber sido llevado ante el juez por unas joyas.
Más datos: para quedar bien; mejor dicho, para dejar bien al Ministerio de Trabajo se Zaplana se gastado la bonita cifra de casi 34.000 euros de julio a diciembre de 2002 en protocolo. En el año 2003 se gastó en este mismo capítulo 67.000 euros y 78.000 en 2004, aunque estaba en funciones desde el 14 de marzo.
Zaplana es pobre. Eso ya lo sabíamos todos. Y ya lo dijo en las famosas grabaciones. Así que a mí no me sorprende que se haya visto obligado a pasar hasta la cesta de la compra para que comieran sus niños. Está en el acervo popular: Siempre es mejor robar que pedir. ¿O era al revés?

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