lunes, 21 de abril de 2008

El charco de los adobes

Había en mi pueblo un enorme charco. Lo llamábamos el charco de los adobes porque allí se hacían adobes. Estaba al pié de un pequeño barranco, al lado de la Cañada. La gente cogía tierra, la amasaba con el agua del charco y la metía en una especie de molde de madera que, luego, se quitaba el molde y quedaban los adobes secándose al sol.

Mis hermanos y yo hemos ido alguna vez con mi padre a hacer adobes. Nos encantaba chapotear en el barro preparando la masa. Y luego ver, alargados y perfectos las piezas de barro. Era un charco que estaba muy cerca del arroyo en el que, por cierto, siempre había agua. Cavabas un poco en la arena y aparecía agua. La dejábamos reposar un rato y se podía beber sin temor alguno.

El agua del charco de los adobes era un agua oscura y verde. Había muchas ranas y alguna culebrilla que los muchachos cogíamos sin temor alguno. En verano nos bañábamos en sus aguas, desnudos y felices. Una vez el cura del pueblo, Don José Manuel, avisado por algún vecino vino a buscarnos con el cinturón en la mano. No cogió a ninguno. Corrimos todos con las ropas en la mano, mientras el buen Don José Manuel nos gritaba a lo lejos.

Las mujeres iban a lavar la ropa en el arroyo. Era para los niños un día de fiesta, porque el mejor agua para lavar quedaba un poco lejos del pueblo y las mujeres llevaban una frugal comida -tomates, pimientos fritos, sardinas arenques- y celebrábamos una especie de romería entre los álamos y chopos cercanos o a la sombra del puente de Méntrida.

Recuerdo el olor de la ropa lavada. Las sábanas tendidas al sol hasta que, ya de anochecida, volvíamos cansados a casa. No sólo en verano. Las mujeres iban también en invierno a lavar la ropa en el agua helada. Había veces que había que dejar la ropa tendida porque se helaba y se quebraba como si fuera cristal.

No sé por qué me vienen ahora estos recuerdos. Será cosa de la edad. Dicen que con los años se te viene a la memoria con mayor nitidez el pasado. Debe de ser verdad. Pero lo cierto es que muchas veces me vienen a la cabeza aquellas imágenes, el resplandor del sol en la arena, el agua del arroyo, y nosotros, felices para siempre, corriendo descalzos, dueños de un mundo en el que el corazón no tenía más preocupaciones que la tabla del nueve.

25 comentarios:

yo mismo dijo...

bonitos recuerdos de niñez. no creo que haya cosa más tierna que ser mayor y recordar, ser consciente de lo vivido y alegrarse por la mayoría de las cosas que pasaron. tú, como yo, vivías en un pueblo, lejos del ruido constante de la ciudad. y creo que eso, hoy, es un gran regalo.

sólo espero llegar a los jóvenes sesenta y tener recuerdos tan especiales como los tuyos. será señal de una vida fructífera y feliz. ¿me equivoco?

un abrazo, amigo :)

Laksmi dijo...

Que dulces suenan esos recuerdos.... creo que la niñez (aunque siempre hay excepciones) es, o debería ser, una de las mejores etapas de la vida.... Aunque mucho me temo... que en esta sociedad en la que vivimos los niños de hoy en día no podrán disfrutar de ellos.... ya desde pequeños viven estresados y a un ritmo vertiginoso que creo no les corresponde.
Ahora es gracioso recordar como en según que momento de la vida nos preocupaban las sumas o las tablas de multiplicar...

Gracias Rodolfo por compartirlos con nosotros..

Felipe dijo...

Como, cuando era cr�o, me ba�aba en la acequia de la calle de las Monjas, esquina con la tranca, bajando por la del Puente Santo en direcci�n a las huertas de los Olmos.
De all� sal�a un chorro de agua prominente que me golpeaba la espalda dej�ndome llevar por la corriente, en aquellos veranos calurosos.
un saludo

Javi dijo...

Buenas Rodolfo!!
Preciosa historia de su infancia, la verdad es que me ha encantado!!
Hacía tiempo que no explicaba historias de cuando era niño y la verdad se echaban de menos.

PD. Sabe si por casualidad su amigo Tomás aún sigue vendiendo su libro en la taberna, es que el puente de Mayo iremos a Madrid a ver un concierto de Rafa Pons, y ya de paso, acercarnos a la taberna a comprar el libro si aún le queda alguno, y bueno, en caso de no quedarle siempre podemos ir a visitar la taberna de la que tanto ha hablado y tomar unas cervezas :)

un saludo
-javi-

Marta dijo...

QUERIDO RODOLFO
No seriamos nadie sin los recuerdos de nuestra niñez, somos el resultado de todos aquellos momentos que quedaron para siempre pegados en algun rincon de nuestra memoria, y que a veces vuelve con tantas ganas que nos parece incluso que olemos los recuerdos.

Lo que vivimos es lo que tenemos.

petonicos, sempre, tendres i dolços, per tu.

pennylanebcn dijo...

"felices para siempre, corriendo descalzos"

Cálidos y bellos recuerdos, Rodolfo. Gracias por querer compartirlos con nosotros y darnos un poquito de sol en estos días nublados.

Un abrazo enorme
Regina

olga 73 dijo...

Entrañables tus recuerdos. Como la infancia de mi padre, que también hacía esas "romerías" para casi todo. Ël siempre decía que su generación había vivido muchísimos cambios, y que nosotros (mis hermanos y yo) éramos 3 flojos. Y puede que tuviera razón viendo ahora desde la madurez lo dura que fué su infancia, y lo feliz. Con qué alegría contaba que mi abuela les envolvía incluso las corfas del boniato en papel de periódico para Reyes, y al que le tocaba el boniato ni te cuento. Un tesoro! Los regalos eran hasta patatas. Resulta increíble hoy en día aquí imaginarlo. Pero yo lo hago con cariño, pq nunca lo contaba triste, sino con cariño, como tú, hablando siempre de sus hermanos y sus tíos, de ese "todos para uno"...... qué tiempos los vuestros!
Ya hace tiempo que él se fué, pero muchas gracias por traérmelo un poquito más cerca hoy. Besos. OLGA.

CARMEN dijo...

Los recuerdos, es lo único que nos queda de todo lo vivido.
Gracias por compartir los tuyos con todos nosotros.
Es un placer poder leerte aquí en tu blog, y en el períodico.
Besos.

En El Corazón del Bosque dijo...

Gracias por comparir tus recuerdos. El aroma de tu niñez y de esas costumbres que se van extinguiendo...

Иú®iĂ dijo...

aix nuestros recuerdos de niñez...a mi no me queda tan lejos y ya la echo de menos..que gratos recuerdos...

Paseando por tu nube dijo...

Cierto Rodolfo, tan simples y tan felices, que poco necesitabamos para disfrutar y cuanto han cambiado nuestros niños de hoy.
Es un placer seguir leyendote.
Mil besos

Eclipse dijo...

apenas comienzo a sentirme adulta y ya la infacia me es extrañamente lejana. una vez osé decirle a mi madre que no tenía muchos recuerdos de mi niñez y casi me tira con algo.
en mi familia está prohibido no tener anécdotas de la niñez, está prohibido anular la memoria y a menudo entre todos reconstruimos las historias del pasado y nos alegramos con ellas. y ahora vivimos las historias de una nueva niña en la familia, que no compartió la niñez de sus hermanas, pero que tendrá sus historias marcadas a fuego en nuestros corazones.
un abrazo, rodolfo, supongo que también tienes prohibido a tus hijos no guardar recuerdos de la niñez.

Miguel Ángel dijo...

Puede que haya pasado por los lugares que narra de Villamanta durante su infancia.

Me ha traído gratos recuerdos cuando ha hablado sobre la zona cercana al puente de Méntrida,lugar,donde también he pasado muy buenos momentos con los amigos disfrutando del siempre apetecible ambiente rural

Anónimo dijo...

¡La vida de los pueblos...!Yo también recuerdo haber ido con mi madre a lavar la ropa en el lavadero de Pino,cerca de la ermita,a dos kilómetros del pueblo, y recuerdo haberla tendido al sol,sobre la hierba,para que se blanquease, y haber hecho cola con los cántaros para acarrear agua desde la fuente...

Rodolfo,hoy que ha compartido con sus amigos del blog recuerdos entrañables,trae los míos a mi memoria y me deja un sabor dulcísimo en la piel.

Un abrazo enorme.

Anónimo dijo...

Cuando explicas tus recuerdos..me encanta...supongo que ha sido una tradición en mi casa pasar las horas al lado de una cama de hospital escuchando hablar a mis tias y mi madre de la niñez...y no sé porque me encanta...echo de menos alguien que me explique sus recuerdos y si hace falta los repita. Muchas gracias de corazón
Martes

Laura dijo...

Que bonito. Me recuerda al algunas películas que he visto y que me encantan porque aunque la sociedad era menos libre políticamente, en los pueblos los niños vivían en un ambiente de libertad que ahora ya no tienen. ¿Qué nos está ocurriendo?

Alberto López Cordero dijo...

Supongo que diferencias generacionales aparte todos tenemos esos recuerdos de la infancia. Yo nací en el 72, pero también tengo en mi memoria esos colores de la infancia, esas tardes de campo, la imagen de mi abuela tendiendo la ropa, el olor a café con leche que tenía su cocina por las tardes y aquellas tostadas de mantequilla que nos hacía para merendar de una lata con vaquitas en un prado. Creo que sí, que a medida que vamos cumpliendo años vamos recuperando muchas de aquellas imágenes, de aquellos sabores y olores y sobre todo echamos cada vez más de menos a aquellos que ya no están.

Mar y Sol(a veces tenue y otras no) dijo...

Los recuerdos son para evocar momentos que nos marcaron de alguna manera... y este relato ha sido muy bello.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Caro Rodolfo!
Também a mim me emocionou este relato. Enquanto o lia, deslizavam pela minha memória algumas das imagens da minha infância. Essas idas ao rio, para lavar mantas e cobertores, que juntavam a familía, os vizinhos, os amigos e em que saíamos de casa antes do sol nascer. Como era bonito ver surgir os primeiros raios de sol, por trás dos montes (precisamente dos lados de Espanha). Obrigada por me teres trazido de volta, alguns dos melhores mementos dos meus tempos de menina.
Um abraço. Ana

Alicia dijo...

Gracias por compartir tus recuerdos... al leer esto me llega el aroma de los prados en los que jugaba cuando era niña... bonitos pensamientos para irse a dormir un lunes. Un beso

Anónimo dijo...

Amigo Rodolfo, le envío un fuerte abrazo. Caluroso y sincero. Cuando se mira hacia el pasado nos encontramos con una tal melancolía; recorre tu cuerpo hasta dejarte agotado. Borracho de ayer quedas anestesiado en un dulce sueño. Levitas.

Bendita memoria que nos trae los recuerdos Rodolfo. ¿Te confieso un secreto? Me ha venido ese olor a ropa y me he refrescado con ese lago helado.

Repito compañero: un fuerte, sincero y caluroso abrazo.

Mar Goizueta dijo...

Las cosas se viven más intensamente cuando se es niño y todo es nuevo o casi nuevo y hasta el tiempo pasa a un ritmo distinto. Yo creo que por eso se nos quedan marcados de forma imborrable en el cerebro los olores, sabores y sensaciones de la niñez y somos capaces de recordarlos pase el tiempo que pase, porque su intensidad hace que no puedan ser sustituídos por otros recuerdos posteriores.

Precioso tu texto, por cierto

Anónimo dijo...

Se me hace tan raro no leerte todos los días :(. Pero la espera merece la pena. Merece la pena leer sobre algo que no viviste, leer sobre algo perteneciente a tiempos lejanos en los que yo todavía no había nacido, pero creo que ese algo, esas pequeñas cosas de la vida aún se disfrutaban en mi niñez. Y en medio de una Madrid con aires de humo, ese algo me acerca el olor a ropa lavada...

Buenas noches.

Lyrisse.

síl dijo...

es curioso como poco a poco se van definiendo mejor los recuerdos de tiempos añejos que el de los días más recientes... a veces dudo si es producto de la nostalgia o de las ganas para volver a vivir esos momentos... sea lo que sea, bienvenido y bendito...
un gusto leer los tuyos...

besos y abrazos

Anónimo dijo...

ayyyyyyy Rodolfo....me hiciste viajar...no solo a ese lugar tuyo que recordabas sino tambien al mio, en el que jugaba con el barro y el agua que regaba los cultivos, esos surcos con ese agua cristalina y helada sea inviero o verano, rodeada de las casas de mis tios y mi abuela... que lindo! con solo recordar se me vienen a la mente no solo imagenes sino tambien aromas....que lindo Rodolfo!!! GRACIAS gracias! por transportarme a ese lugar y a ese tiempo en que fui mas que feliz..

Saludos!

Maru.