domingo, 29 de abril de 2007

Sigue la novela (3)

Ahí va un poco más. Ya veremos si continuo:

(...)

-Le dispararon antes. Oí perfectamente el tiro, como un petardo, pero más seco -decía una mujer con una bolsa de El Corte Inglés en una mano y un niño de unos tres años en la otra.

-¿Le dispararon?

El policía había preguntado como si la mujer estuviera loca. Un hombre de mediana edad intervino en la conversación:

-Perdone, soy abogado, me llamo Pepe. –el guardia casi se cuadró. Se conoce que lo de abogado impone. Pepe continuó-: Yo también lo vi. Iban dos. El de la derecha fue el que disparó. Sacó la mano por la ventanilla y le disparó. Luego el otro dirigió a propósito el coche hacia él y lo atropelló.

Volví hacia el bar. Rafa se encontraba en la puerta, llamando a su periódico. Un muchacho, pálido y delgado, estaba al fondo de la barra. En el mismo sitio donde yo había estado hacia unos instantes. Sudaba copiosamente y fumaba, tembloroso, un cigarrillo. Si me fijé en él, fue, precisamente, por el nerviosismo que demostraba y por el hecho de que estuviera dentro del local, en mi sitio, mientras la gente había salido a la calle al oír el ruido. No tenía delante consumición alguna, salvo los restos de la mía. No le había visto hasta entonces. Rehuyó mi mirada y se escurrió hacia la salida.

-¿Lo conoces? -pregunté a Tomás.

-Es un pobre desgraciado. Anda metido en... -hizo un gesto muy significativo con el brazo estirado-. No sé qué hacía aquí dentro. No viene nunca. Su ambiente no es éste, precisamente.

Rafa tuvo que marcharse al periódico. Le conté lo que había oído sobre el disparo y me prometió que si averiguaba algo nuevo me lo haría saber cuando nos viéramos más tarde. Me dejó con un nuevo vermú que Tomás, presuroso, había puesto sobre la barra para, según dijo, “pasar el mal trago”. Detalles como ése son los que definen a un tabernero.
Me sentí obligado a llamar a mi periódico y pedí a Tomás que me dejara utilizar el teléfono de baquelita que colgaba de la pared. El periódico no me había dado móvil de empresa y yo no estaba dispuesto a utilizar el mío personal. Mi redactor jefe me pidió media columna.

-Sólo en el caso de que sea un asesinato –me advirtió.

-Coño, ya me contarás, si le pegan un tiro y luego lo atropellan, desde luego no creo que sea una muerte natural, aunque lo natural es que se muera.

Me contestó algo ininteligible y volvió a recordarme que tenía media columna y eso, aclaró, siempre que la crónica de Efe no fuera mejor que la mía. Volví de nuevo al bar. Era ya tarde y pregunté si había por allí cerca algún sitio donde comer. Me dijo que, justo al lado, en el J. Blanco ponían precisamente hoy, miércoles, un cocido a muy buen precio. Le di las gracias, pagué y entré en la taberna de al lado donde fui recibido como si me hubieran estado esperando toda la vida. Madrid, no cabía duda, era mi ciudad.

Comí sólo y desganado. Yo era un hombre con un miedo casi patológico a la soledad. Y, en cuanto tenía ocasión, me hacía acompañar por alguien. Un amigo mío, me decía que no entendía por qué, con tales dependencias afectivas, nunca me había casado y raramente soportaba una relación con una mujer que durase más de tres meses.

-Mira, -le decía yo-, tengo comprobado que la pasión no dura más allá de seis meses, en el
mejor de los casos. Luego, empieza la rutina, el aburrimiento. Yo prefiero acabar cuando todavía hay algo fuerte. Cuando la ruptura duele todavía. El dolor es también bonito. Tiene su belleza.

Mi amigo, en esas ocasiones, terminaba por decirme que, en el fondo, no me faltaba razón, que lo que me pasaba es que era un poeta frustrado y olvidaba hasta la próxima vez sus intenciones de emparejarme con alguna de sus amigas.Salí de comer en paz con el mundo, decidí que, por el momento, ya había echado el día y me en caminé hacia el hotel con el regusto del tocino y la morcilla luchando a muerte con mis jugos gástricos
.

6 comentarios:

N. dijo...

Me reitero en lo dicho en otras entradas... pinta muy bien.

ivan (paranoico) dijo...

Supongo que al final nos quedaremos con la mosca de leerla completa jooo, hey garfio avisame si llega a Mexico para buscarla..

Anónimo dijo...

Lo único que no nos puede hacer... es dejarnos con la duda del que seguirá.

Saludos desde México.

Anónimo dijo...

"Yo prefiero acabar cuando todavía hay algo fuerte. Cuando la ruptura duele todavía. El dolor es también bonito. Tiene su belleza".

Qué cierto es eso, el dolor tiene la belleza de recordarnos que aún seguimos vivos. Si somos capaces de sentir, auqnue sea dolor, es que aún tenemos esperanza y que aún no nos hemos puesto del todo la coraza. Aún alguien puede encontrar la llave para abrir nuestra puerta.

Cata dijo...

Un buen toque de humor e ironía sobre el asesinato...dale Rodolfo, una entrega a la semana... no nos dejes curiosos...

txilibrin dijo...

¡Porrr fin he sacado un rato para leerlo tranquila!

Me van a echar del trabajo, me dan "ataquitos" como dice una amiga, de risa y todos me miran.
De momento me gusta, y hay hasta frases con "mensaje", ya las gustaría a muchos :D:D:D