viernes, 13 de abril de 2007

Gente

Detrás de cada hombre, de cada mujer, de cada uno, hay una historia, siempre asombrosa, tragicómica a veces, a veces heroica, a veces sencilla o grandiosa. Cada hombre, cada mujer, tiene un historia personal, una historia grande como cada uno.

Tuvimos ayer el cocido de la tertulia que, una vez, al mes nos reune a un puñado de gente variopinta, de diversa procedencia y oficio. El cocido es una excusa para hablar, para sentir el cálido aliento de la amistad. A alguien se le ocurrió que, como había gente nueva, lo mejor sería que cada uno se presentara a sí mismo, hiciera una pequeña biografía de su vida.

Así lo hicimos en al sobremesa. Fue extraordinario. Conocía a casi todos, pero no en profundidad y lo cierto es que aquello, sin quererlo se convirtió, en una especie de club de la comedia, divertidísimo. Vi que la gente tiene una enorme facilidad de ironizar sobre su propia vida, de reírse de sus desastres vitales.

Contaré algunos ejemplos: Uno de los amigos se presentó para decirnos que siempre había trabajado en El Rastro y, muy serio, aseguró, entre otras cosas: "He hecho de todo. Durante muchos años vendí pajaritos, jilgueros, ruiseñores y muchos cañamones. Luego di un salto y, ya dispuesto a triunfar, dejé aquello y me puse a vender hojas de afeitar. Al final terminé trabajado en una imprenta, de tipógrafo".

Otro, dijo: "Soy soltero. Eso sí: viví un tiempo con una mujer y me dejó quedándose con el piso. Bueno el piso la verdad es que era de ella, pero se quedó con él. Luego viví con otras dos, consecutivamente, claro. También éstas me echaron a la calle y se quedaron con el piso, que era suyo, naturalmente".

Y, ya para terminar, otro contó: "Mi mujer siempre se empeña en que se morirá antes y que yo me liaré con una chica negra. La verdad es que no sé por qué ese empeño en que sea negra, aunque a mí no me disgusta. Y no sé de donde le viene la seguridad de que ella morirá antes". Uno de los presentes le interrumpió: "Te advierto que la mía siempre me dice: "El día que se muera uno de los dos, cojo la televisión y me voy a una casa más pequeña".

Cuando voy por la calle, en el metro o el autobús, siempre me he parado a pensar qué vida tendrá la persona que se sienta a mi lado, la joven que se cruza conmigo, el viejecillo sentado en el parque. Y sé que, detrás de cada uno, hay una historia maravillosa que deberíamos conocer. Una historia de la grandeza del ser humano.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

qué "artículo" tan fantastico!

Anónimo dijo...

Durante mi estancia en Londres, mi amiga Arantxa me confesó que le gustaba imaginar la vida de la gente que se cruzaba en su camino.
Los domingos nos ibamos a Covent Garden y nos dedicábamos a observar a la gente e intentar adivinar la vida que había detrás de aquellos desconocidos rostros.

No sé por qué siempre imaginábamos a gente feliz con su vida, supongo que es lo que deseábamos para nuestras propias vidas. Seguimos intentándolo.

Ahora ya no lo hago, me falta la mitad con la que compartirlo.

Anónimo dijo...

Extraordinaria demostración de sensibilidad Rodolfo, magistral ejemplo de observación de las cosas...

Hace unos días, también comentaba por escrito en mi espacio que, de un tiempo a esta parte, las caras de la gente por las mañanas en Madrid se han convertido en todo un termómetro...

Recuerdo las caras de la gente en Praga hace 12 años, cuando hice mi Viaje del Ecuador allí. En los escasos momentos que pasé sobrio (viva la "pibo"), me sobrecogía comprobar lo amargado de las expresiones. Y también dejaba volar la imaginación pensando en la vida de ese hombre que me miraba extrañado en el Metro, tratando de escudriñar lo duro que debe ser que te putee primero Hitler, e inmediatamente detrás Stalin...

Pero también merece la pena mirar las caras de la gente, por ejemplo los domingos. Identificar a un padre feliz que convierte en sagrado el momento de bajar por el pan y el periódico con su hijo de la mano. La expresión sufridora de quien hace del fútbol su "modus vivendi" y busca en el cielo una respuesta cuando el Madrid, o el Barça, o el Escalerillas, fallan un gol cantado...

Tratar de imaginar la vida de quien pasa fugazmente a tu lado tiene tanto de cotilleo como de deporte. Tratar de responderte sin datos ni tiempo si aquella chica que se mece con el bamboleo del vagón podría ser la mujer de tu vida. O si aquel chaval que se refugia en el i-pod pudiera ser el amigo perfecto que necesitas cuando te asaltan las malas noticias, resulta inevitable. Incluso cuando las cosas no ruedan con ligereza, resulta hasta necesario...

En ocasiones, investigando todas esas caras e imaginando sus circunstancias, lo que en verdad hacemos es tratar de respondernos la realidad de lo que sentimos. Quizás ese sea el deporte más difícil...

Anónimo dijo...

Antoine yo creo que ni deporte ni cotilleo. Yo no quiero saber cómo es la vida de ese desconocido que se cruza conmigo en el metro sino imaginármela (he de confesar que a mí también me gusta jugar a ese juego). Convertirle en un personaje de cuento o de película, atribuirle facetas y aspectos que seguro no le corresponden, hacerle un héroe, o tal vez un villano. Que con sus gestos o sus miradas me diga si será romántico, o sensible, o cruel...

Parece que muchos nos hemos dedicado a esto de “espiar a la gente” alguna vez... entonces ¿habré sido yo presa de alguno de vuestros ojos? ¿Me habréis analizado? ¿Qué habré sido en esas otras vidas? Espero haber estado a la altura. Uf, nunca me había puesto del otro lado, qué presión.

Me encanta que la gente ironice sobre su propia vida, y además me parece hasta sano para uno mismo ese ejercicio de sátira, uno aprende a reírse de sí mismo, y la gente es capaz de sentirse más cercana a esa pequeñas pero inmensas vidas que arrastramos.

Lucia_del_Mar dijo...

Con mis amigos, de vez en cuando, sobre todo a eso de las 4 am, cuando el carrete ya está muriendo, cualquiera de los presentes, grita: 10 AÑOS DESPUES !! y cada quien comienza a relatar su vida, como si en verdad hubiesen pasado esos 10 años q alguien gritó....de ahi salen carcajadas, burlas, ironías y más de alguna vez alguna lágrima.

Me gusta ese juego de los 10 años... jejeje

besos y abrazos desde Chile.

Anónimo dijo...

yo me fijo en las casas, cuando voy en coche veo las casas con la luz encendida y pienso que estarán haciendo los que viven ahi? como serán?