He hablado de él en alguna ocasión. Y lo incluí en una novela como personaje. Julián Pombo tenía el aire agitanado, el pelo en rizos en el cogote, la barba dura y semicanosa y la voz aguardentosa, teñida siempre de un punto de risa. No era muy alto. la verdad es que era más bien bajito y, ya en su senectud, tirando a redondo.
Julián Pombo, según dicen los taberneros, era un buen cliente, un magnífico cliente. Y no porque gastase demasiado, sino porque tenía esa natural gracia de quienes han sobrevivido obligados por la necesidad, burlando la miseria. Respetaba la ley de la taberna. Sabía estar y sabía beber.
Yo sé que me quería. Y yo le quise. Me contaba que él había sido un auténtico conquistador. Y parece que lo fue, porque sus amigos de El Rastro, donde tenía un "encierre" (un localillo donde almacenaba las cosas más variopintas), decían que Julián Pombo había sido un fenómeno, sabio en mujeres y en cantes.
"Rodolfo", me decía, "yo es que era demasiado guapo pa hombre". Y se perdía en recuerdos. Me hablaba de Camarón, al que conoció cuando el cantaor buscaba en Madrid una oportunidad. Y de ese Madrid zaragatero y hambriento de los años de posguerra, de los tablaos y las tabernas, de los vinos y del cante.
Nació en el Madrid de El Rastro. Y tenía su peculiar versión de la decadencia de este espacio. Me decía: "Mira, esto funcionaba cuando era auténtico. Nosotros éramos todos traperos. Luego, nos hicimos todos anticuarios y ahí empezó el desastre.
Le gustaba Ismael Serrano. Y fue a alguno de sus conciertos. Cuando se lo encontraba por los bares de La Latina, siempre le decía: " ¿Que hay, figura?" Y le contaba anécdota de su juventud que, algún día, contaré en estas páginas. Algunas, atroces, otras muy divertidas.
Julián Pombo murió un buen día. Sus amigos brindamos por él en una de sus tabernas. Y le recordamos a menudo. Recordamos sus cantes, con la voz rota, y su aire agitanado. Su risa franca. Su socarronería cuando alguien le decía: "Tú no tienes derecho a cobrar pensión. Tú no has cotizado nunca". Y él, muy serio, respondía: "Eh, quieto ahí. Que yo he cotizado en bares, tabernas y similares".
6 comentarios:
gran personaje... de los que quedan pocos. Alguno así conocí una vez en el autobús y, en 10 paradas, me contó muchas batallitas ("curiosas") de su vida.
un saludo!
He conocido personas que se covierten en personajes... no sé que tan bohemios son, pero sé que las historias han salido siempre al calor de un buen tinto, sin no en un bar, en una casa (como si lo fuera)... te sorpenderías de las historias que cuentan algunos abogados, jóvenes y viejos, del pasada y el presente... pero abogados de los buenos. Abrazos desde Chile... Cata
Q mal escrito el último comentario... es el cansancio... discúlpame.
Que buena historia la de Julian,todo un personaje,son los verdaderos catedraticos de esta vida....
"Eh, quieto ahí. Que yo he cotizado en bares, tabernas y similares".Con esta frase imagino la grandisima persona que era,,,
Gracias Rodolfo por compartir una vez mas tan rica historia.
"quietos todos" q yo ultimamente tb cotizo en bares y tabernas!
(esto va en serio) la cata y romano son mis testigos...
sonrisas siempre!
¡Gran frase! Que pena que hoy en día sea más difícil conocer personas así. Será que este tipo de personajes se cansó de contar sus batallas a jóvenes que ni saben estar, ni saben beber en las tabernas. Será, probablemente, que en Barcelona la gente camina más despacio pero tiene más prisa. ¡Echo de menos Madrid!
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